Claramente estamos viviendo una situación mundial del todo extraordinaria, aunque lo más probable es que no sea única. La vida como la conocíamos: de reuniones, tertulias y paseos, está congelada y cada vez es más frecuente ver ciudades vacías, descansando de los humanaos.

¿Pero dónde están los humanos? En sus casas, sí. Pero también en todo un mundo paralelo y virtual. En su home office, en sus RRSS compartiendo información, en juegos en línea. Todo ese tejido social que antes era análogo, pasó a un mundo digital, con otras reglas, con metalenguajes y sobre todo con post verdades.

La disrupción de la viralización, no sólo bilógica a través del coronavirus, sino digital, despierta grandes desafíos porque, como todo en la vida, tiene un lado bueno y otro muy malo, el de la desinformación, el pánico colectivo, el del escrutinio público y de las fake.

Así como tratamos de controlar esta pandemia, también debe ser parte de nuestro ejercicio controlar todo lo que se viraliza por RRSS y por los medios. Acá el autocuidado también es fundamental.