La re-evolución de la felicidad

El 20 de marzo se celebró a nivel mundial el Día Internacional de la Felicidad, instaurado por la ONU y destinado a resaltar la importancia que tiene la felicidad como parte fundamental e integral en el desarrollo emocional de todo ser humano. Hoy este concepto enmarca otros aspectos como la Inclusión y la obligación de los Estados a entregar equidad y bienestar colectivo.

De hecho, es precisamente un Estado el que, a través de bella historia, da origen a esta celebración. En Bután, hace más de 40 años, había un joven rey que a sus cortos 16 años decidió que la felicidad iba a ser un objetivo fundamental dentro de su reino y por ello creó un nuevo indicador, la Felicidad Nacional Bruta (FNB), que se usa hasta hoy para medir os niveles de felicidad de los países y que analiza aspectos como el bienestar psicológico, el uso del tiempo, la vitalidad de la comunidad, cultura, salud, educación, diversidad medioambiental, nivel de vida y estabilidad gubernamental.

Llevándolo a lo técnico y comercial, la felicidad sin duda es un anhelo para la publicidad y para las marcas siempre ha sido un deber. Los productos y servicios nos deben hacer la vida más feliz, sencilla, llevadera y agradable. La publicidad siempre nos mostrará soluciones, siempre nos dirá que, a través de la marca, podemos ser y estar mejor. Eso no es un secreto y ha sido así desde la revolución industrial hasta nuestros días. Lo que cambia es el concepto de la felicidad.

Si antes el ejemplo de felicidad se situaba en un auto o una casa, actualmente ese foco cambió y se trasladó hacia la necesidad de mayor: tiempo libre, cumplir sueños, ayudar al planeta o tener una mascota que me reciba cuando llego del trabajo.

Este cambio de paradigma, acentuado en un mundo postpandemia, es algo de lo que las marcas se han estado haciendo cargo, al ofrecer estrategias cada vez más ligadas a objetivos de desarrollo sostenible.

Actualmente para las marcas no solo es importante vender, sino que asumir el activismo social que les corresponde hace décadas y que también es parte del activismo que nos corresponde hoy como seres humanos.

Somos entes sociales, las marcas también lo son y en ese escenario el concepto de felicidad debería ser cada vez más colectivo e intangible, centrado mucho más en el hacer y el ser, porque definitivamente ahí podemos vivir lo mejor de nosotros mismos.