Los desafíos de la educación en la formación de una cultura ciudadana

Hace un par de décadas atrás, mas exactamente en el año 1994, Jacques Delors en su texto “La Educación Encierra un Tesoro” elaborado para la Unesco, sitúa a la Educación como el pilar fundamental, para que la humanidad pueda progresar hacia principios de paz, bien común y Justicia Social. En su texto explicita que “El sistema educativo tiene por misión preparar a cada uno para participar activamente durante toda la vida en un proyecto de sociedad, desarrollando sus competencias sociales y fomentando el trabajo en equipo”.

Esta significativa afirmación, nos lleva a replantarnos la relevancia que reviste en ello, no solamente la Educación vista desde la perspectiva de los diseños curriculares, con sus definiciones técnicas de la puesta en escena de aquellos aprendizajes que deseamos lograr, sino que además evidencia el papel de los Sistemas Educativos, desde la propuesta misma del Estado, en donde los diseños estructurales de los Sistemas Educativos en su conjunto, y de manera articulada intencionan una base Educativa que responda al desarrollo de competencias tanto personales, sociales, y de disciplinas, que permitan vivenciar a los estudiantes, y demás componentes de dichos sistemas, de espacios de participación y diálogo, en donde se potencie la expresión de ideas, el respeto, la tolerancia, en definitiva en donde se generen espacios para la Inclusión de la diversidad, en donde esta última es reconocida como fenómeno inherente al ser persona.

En esta definición de Educación, cuya impronta impacta en la construcción de una cultura ciudadana llamada a la transformación pro positiva de la sociedad, es importante rescatar y relevar la importancia que cobran las metodologías de aprendizaje constructivistas que se suscitan en el aula, y los niveles de interacción entre profesor-estudiante, estudiante-estudiante, y estudiante y comunidad. Estas prácticas de una formación activa en los estudiantes permiten promover el desarrollo del pensamiento crítico, confrontando diferentes posturas con sólidos argumentos, y en un contexto de la vida real, en donde el trabajo en equipo se intencione para resolver situaciones complejas de la comunidad de manera creativa. En este contexto el Aprendizaje-Servicio es una estrategia de participación en donde se vincula la formación del estudiante, a una comunidad o escenario determinado.

En este paradigma en donde a la Educación se le considera como la Institución por excelencia, llamada a la misión de ser la gran promotora de una cultura cívica, es que se torna necesario el desarrollo de competencias sociales acompañadas de competencias del saber conocer y saber hacer, pero por sobre todo del desarrollo de las competencias personales del autoconocimiento,  pues ellas son la piedra angular de toda sociedad que progresa armónicamente, bajo un prisma de equilibrio, entre un desarrollo económico sostenible, un desarrollo social y espiritual, que tenga en su base el reconocimiento de la dignidad de sus integrantes que la componen, optimizando los mecanismos que potencian el acceso equitativo a las oportunidades. Pues de esta manera se va fomentando aquello tan preciado en estos días: la confianza, que, para muchos analistas políticos, tanto de hogaño como de antaño, es considerada como pieza clave para el goce del “ser ciudadano”. Por tanto, para los sistemas educativas profundizar en las competencias del saber Ser, es sin duda el gran desafío, y el eslabón inicial para el aporte a la formación de una cultura ciudadana.

Frente a lo expuesto anteriormente, podríamos concluir que la educación cívica constituye para el estudiante un conjunto de saberes, los cuales, a su vez, conllevan la comprensión de ciertos valores universales, que garantizan el bien común, y la cultura de paz social de los Estados, ello implica necesariamente que la adquisición de dichos conocimientos y aprendizajes se traduzcan en prácticas de participación en la vida pública, y en diferentes instancias de participación de los sistemas educativos mismos. Por tanto, y rescatando a Jacques Delors, “La enseñanza deber ser un proceso de formación del juicio. La educación de cada ciudadano debe continuar durante toda la vida, para convertirse en eje de la sociedad civil y de la democracia viva”.

Comprendiendo que la Educación cívica, es un proceso de aprendizaje a lo largo de toda la vida, en lo que respecta al rol de la Educación Ciudadana en Educación Superior, es muy relevante, pues es el nivel educativo, en donde se está preparando para la formación de Técnicos y Profesionales que se espera, ejercerán activamente este rol cívico, por tanto, la Educación fundamentada en valores en la Educación Superior, es una necesidad imperiosa en los escenarios que actualmente atraviesan las sociedades.

En pleno alineamiento por lo expuesto por nuestro autor citado en este artículo, Jacques Delors, Santo Tomás cuenta en la base de su Proyecto Educativo con principios valóricos universales, que guían e inspiran nuestro Modelo Pedagógico, fundamentado en el respeto, la Inclusión, el desarrollo del pensamiento crítico, que nace de la búsqueda constante de la verdad, y todo ello en un contexto formativo que abraza la solidaridad y fraternidad, expresado en el trabajo en equipo que realiza la Institución para y con sus estudiantes.

Debido a lo anterior, tanto los diseños curriculares, como las metodologías de aprendizaje, incorporan actitudes y comportamientos que favorecen el conocimiento, y análisis de estos valores Universales que se han ido configurando en la historia de la civilización occidental, y que se plasman a través de alguna de las asignaturas Sello, como lo es la asignatura “Cultura y Valores” que es transversal a todas las Carreras. También nuestro modelo de Enseñanza-Aprendizaje propicia una praxis docente facilitadora, mediadora del aprendizaje, en donde al estudiante se le reconoce como el centro de la experiencia transformadora, cuya experiencia transformadora esperamos sea extrapolada también a un nivel macro, en la construcción de un país que mira el siglo XXI con la esperanza de que cada uno de sus ciudadanos que lo compone, reconoce el valor de vivir en una sociedad más justa, y con cultura de paz social.