“Ayúdame a hacerlo por mí mismo”: Un significado trascendente en sociedades democráticas

En una sociedad en donde los principios democráticos parecieran ir al rescate de una historia humana marcada profundamente por el descontrolado deseo de dominación, expresados en agresivos colonialismos que evidencian todo tipo de abusos, el “Ayúdame a hacerlo por mí mismo” acuñado por la célebre italiana María Montessori, en una etapa compleja de Europa producto de la desolación que trae toda guerra, adquiere una particular y singular relevancia, cuyo significado educativo y filosófico vale la pena ser develado.

El paso del niño y la niña a la educación formal, implica una cierta pérdida de la cultura inicial proveniente de su cultura familiar. La experiencia concreta de lo vivido en el entorno de su hogar es modificada a un nuevo ambiente, cuyos códigos lingüísticos van disolviendo aquella experiencia vinculante y emocional, a una realidad más bien normativa y semántica, como lo es la Escuela, en tal caso de que esta no facilite experiencias constructivistas y vinculantes para el niño y la niña.

El “Ayúdame a hacerlo por mí mismo” recoge la naturaleza inquieta y libre del espíritu humano, y es en gran medida en punto de encuentro de un sistema formal con la experiencia misma de una acción que lleva consigo la genuina satisfacción del “hacer” que entrelazada con el “ser” va nutriendo de autoconfianza y realización el alma del niño y la niña. En este nuevo pacto, por fin la cultura del niño y la cultura de la Escuela hacen las paces. El nuevo escenario en la construcción de autonomías, repara en gran medida el quiebre cultural inicial del ingreso a la educación formal.

En la experiencia del hacer consciente el educador vuelve en acto aquello que está en potencia en el educando, disolviendo los adoctrinamientos condicionantes que perpetúan los errores del pasado, y lo ayudan a elevarse en la conquista de su propia libertad.

Para María Montessori, la impronta del “Ayúdame a hacerlo por mí mismo”, significó el fundamento de su revolucionario paradigma constructivista, que reflejó los anhelos de dignidad y libertad para los niños y niñas de aquella Italia fascista, la misma que vio florecer a una de las más grandes pedagogas de la historia del siglo XX.

Con su característico “Ayúdame a hacerlo por mí mismo”, ella desafió las formas y el fondo de una educación que invisibilizaba los procesos de adaptación en el aprendizaje del niño, y regaló a occidente las semillas de una educación para la democracia que conecta la experiencia del aula con el destino de una nación.