El Juego como semáforo de salud

El juego desde la primera infancia nos muestra luces de ser un indicador de salud, el bebe que convive con los primeros estímulos conociendo y descubriendo su cuerpo y la relación de este con el medio, evidencia los primeros destellos del juego en el ambiente, descubriendo cada parte de su cuerpo, nuevos movimientos y ganando fuerza muscular.

Se asocia en los primeros años al bebe-niño que juega, que se mueve, y que experimenta con un bebe-niño saludable. El juego es en gran medida en estos primeros años de bebe-niño el motor de experiencias motrices y psicológicas nuevas, fortaleciendo el desarrollo de ambas áreas.

En el ámbito psíquico ayudará al desarrollo de su personalidad, emociones, tolerancia a la frustración, etc. Mientras que en la dimensión motriz los aspectos sustanciales de desarrollo de habilidades motoras básicas como las de locomoción, estabilidad y manipulación serán trabajadas de manera fundamental en esta etapa de desarrollo y maduración del bebe-niño.

En función de los beneficios del juego se hace imperioso fortalecer el desarrollo de este desde edades tempranas y mantenerlo a través del ciclo vital, cada vez se torna más difícil esta tarea en función de los altos niveles de sedentarismo y sobrepeso que muestran nuestros niños y niñas abandonando la práctica lúdico-recreativa, desarrollando enfermedades crónicas no transmisibles a tempranas edades.

Es para esto último que debemos concentrarnos en el desarrollo y práctica del juego de manera sistemática en los primeros años del ciclo vital, con la finalidad de aportar al bienestar y calidad de vida del bebe-niño en formación.  Para esto el moverse a través del espacio lúdico es el único camino para el progreso integral óptimo (social y emocional).