Impacto Multidimensional: Más Allá del Habla
Cada 22 de octubre se conmemora el día internacional de la toma de conciencia de la Tartamudez, fecha definida por la asociación Internacional de personas con Tartamudez (ISAD), que tiene por objetivo sensibilizar y educar a la población respecto a esta condición, además de visibilizar a las personas con tartamudez en la sociedad. En nuestro país, según cifras de la Fundación Chilena de la Tartamudez, existe una cantidad aproximada de 174.000 personas que presentan esta condición.
La tartamudez, a lo largo del tiempo, se ha conocido también como espasmofemia, disfemia o disfluencia, no obstante, actualmente, según el DSM-V (APA, 2013) recibe el nombre de trastorno de la Fluencia de inicio en la infancia, y se define como “una alteración en la fluidez y el patrón de habla que es inadecuada para la edad del individuo y para las habilidades de lenguaje, que persisten a través del tiempo”; este patrón de habla se caracteriza por repeticiones de sonidos o sílabas, prolongaciones de sonidos, bloqueos o pausas en el habla, exceso de tensión física al momento de la producción verbal, sustituciones de palabras (evitando emplear palabras que generan disfluencias), entre otros signos presentes en el habla y que son evidentes, desde el punto de vista motor.
Sin embargo, el aspecto motor o las características propias del habla, no corresponden a las únicas manifestaciones y/o afecciones de las personas con Tartamudez. Desde un inicio de los síntomas, se debe considerar un enfoque multidimensional, contemplando factores cognitivos, afectivos, lingüísticos y sociales, por lo tanto, las características descritas anteriormente, asociadas al acto de hablar, corresponden sólo a la punta del iceberg dentro del análisis y los requerimientos o aspectos a considerar en el abordaje interdisciplinario de las personas con esta condición. La interrelación de tales dimensiones que confluyen en la persona y en su contexto, inciden en las capacidades comunicativas, por lo tanto, actúan como factores predisponentes ante las demandas del proceso de comunicación, y determinan, en conjunto, posibles limitaciones en la participación, rendimiento académico, las relaciones interpersonales, la inserción y trayectoria laboral, por ejemplo.
Los profesionales de los diversos ámbitos y equipos multiprofesionales (como en salud y educación), las familias y las personas con tartamudez, debemos considerar y comprender esta condición desde la combinación de sus distintos componentes (motor, social, cognitivo, afectivo, lingüístico), ya que del conocimiento de ellos y de sus interrelaciones, se comprenderá cómo se evalúa y trata (Biain De Touzet, 2017). Lo anterior nos indica que no sólo se debe poner el foco en las características del habla para conocer y entender la tartamudez y que es fundamental conocer aspectos vinculados al pensamiento, a las actitudes, a la historia de vida, sentimientos de quienes presentan esta condición.
Esto nos hará entender y comprender, demostrar empatía, relacionarnos efectivamente y ofrecer los apoyos adecuados a la persona con tartamudez, esperando así impactar positivamente, no sólo en la comunicación, sino que en la participación activa, confiada y segura, durante todo el ciclo de vida y en todos los sectores de la vida en sociedad, lo que sin duda, configura un elemento imprescindible para un trato que elimine toda discriminación y promueva la plena inclusión, la que muchos y muchas, aún ven amenazada a causa de este trastorno de la fluencia, que dista mucho más allá de ser sólo eso.