Gratuidad y glosa, mal camino, mal destino

Con frecuencia conocemos situaciones en las que, por elegir un mal camino se llega a un mal destino. Esto refleja el enfoque con que el Gobierno ha resuelto uno de los puntos más conflictivos de la reforma a la educación superior: el financiamiento. Decisión que según algunas casas de estudio, paradójicamente, las arrastrará a un profundo desfinanciamiento.

Los criterios definidos son arbitrarios e insostenibles, pues los alumnos más vulnerables no estudian sólo en las instituciones adscritas al Cruch.

El primer aspecto se refiere a la inconveniencia utilizar el presupuesto de la nación como “globo sonda” para una reforma tan profunda y radical. A simple vista parece apresurado e improvisado, y sin duda forzado y sin argumentos técnicos, salvo el afán reformista que profesa el Gobierno.

Qué garantías existen de que una discusión amplia, participativa y trascendente se construya en el marco de la Ley Anual de Presupuesto, cuyos plazos son estrictos e involucran a un mismo instrumento en materias tan variadas como los gastos que tiene el Estado.

Raya para la suma, tenemos más de 500 mil estudiantes en educación superior en los cinco primeros deciles, quienes deberían beneficiarse de una política pública en la que estudiar no signifique una carga financiera para ellos o sus familias; sin embargo, con bajo estos criterios, la cobertura no alcanzaría ni para 200 mil. Algo no cuadra.

Por otro lado, tampoco vemos que la propuesta de gratuidad mejore los niveles de equidad y calidad respecto a los parámetros actuales. Desde el punto de vista de la equidad, la señal ha sido privilegiar a las universidades del Consejo de Rectores de las Universidades Chilenas (Cruch), criterio arbitrario e insostenible pues como todos sabemos los alumnos más vulnerables no estudian únicamente en las instituciones adscritas al Cruch; de hecho, la mayoría están matriculados en Centros de Formación Técnica, Institutos Profesionales y Universidades no Tradicionales.

Entonces, ¿cómo le explicamos a una familia que la gratuidad no tiene que ver con la vulnerabilidad del estudiante, sino con el tipo de institución en que decidió estudiar, y que tampoco se relaciona con el nivel de acreditación o calidad que ésta tenga?
Lo que observamos es que a las instituciones que están accediendo a la glosa de la gratuidad, tampoco les queda cómodo “el traje”, pues deja poco espacio para desarrollar proyectos de mayor complejidad, envergadura y plazo como los de internacionalización, perfeccionamiento de su cuerpo académico, inversiones de infraestructura y equipamiento de alta especificidad.

Esto porque la gratuidad financiaría sólo parte de los costos de docencia. Para lo otro deberán esperar que existan instrumentos específicos de financiamiento como aportes basales o fondos competitivos para mejoramientos que, de no ser suficientes como ha sido la tónica, las obligará a buscar ajustes aumentando el número de estudiantes por curso, ergo disminuyendo calidad.