Recientemente en Chile se aprobó una reforma laboral muy esperada por la ciudadanía y de la que el gobierno del Presidente Boric ha sido uno de los principales impulsores. Esta modificación reduce, en términos simples, las jornadas de trabajo de 45 a 40 horas semanales.

Esta iniciativa legislativa, hoy ley de la República, ha levantado un sinnúmero de voces, donde incluso parlamentarios votaron rechazando dicha modificación la que, pese a ello, finalmente fue aprobada. Pero veamos si tantos aplausos o incluso los temores que existieron son justificados.

Lo primero que se merece recordar es que ya el año 2005 nuestra legislación laboral marcó un hito similar, cuando se modificó la normativa que venía del año 1925 y se redujo las horas trabajadas semanales de 48 a 45 horas, incluso en esa ocasión no hubo «marcha blanca» para los empleadores.

Lo que quiero decir es que esta iniciativa entonces no es algo sui generis, y si se piensa que los beneficios que se pueden obtener como más tiempo para la familia y/o el descanso, es algo de lo que poco podríamos criticar. No obstante, se debe precisar que ese Chile crecía a tasas de un 5,8% anual, claramente es un hecho de la causa que las condiciones y contextos eran muy diferentes a los de hoy.

Un punto fundamental en este proceso, dado que hay que recordar que la reforma tendrá una gradualidad en su aplicación considerando cinco años para su implementación definitiva, es que debemos abandonar las trincheras ideológicas, las miradas maniqueas y las opiniones basadas en los dogmas.

Aquí refiero a los dicotómicos discursos que se oyen recurrentemente, donde se construyen desde el discurso escenarios de «los buenos contra los malos», demonizando a los empresarios y las organizaciones que brindan empleo.

Un gran paso en ese sentido sería que tanto empleadores como trabajadores y sindicatos puedan tener los necesarios puentes de conversación y entendimiento, convenciéndonos que en esta materia es juntos como avanzamos y no separados, ocupando caricaturas o estigmatizaciones propias de luchas de tiempos pretéritos.

Ahora bien, hay que dejar en claro que no todo han sido aplausos, para nada. Las PYMES y sus organizaciones gremiales representativas han expresado su fuerte desazón y crítica ante esta nueva ley, señalando que su implementación perjudicará de manera directa a los pequeños y medianos, agregando que la reforma está hecha a la medida de «las grandes empresas».

Si bien la iniciativa puede ser muy beneficiosa en ciertos aspectos ya vistos, tampoco es correcto desatender o no escuchar a quienes en Chile generan una parte importante de los puestos laborales. Hay que recordar que detrás de cada trabajador, hay una persona que con empleo remunerado puede pagar la educación de sus hijos, llevar el alimento a casa, acceder a prestaciones médicas o de salud, entre otros beneficios.

Lo que, de ninguna manera nos puede ocurrir, es precarizar el mercado laboral como consecuencia de dicha reforma, eso es como dice el refrán «ir por lana y salir trasquilado».

Poder contar durante la semana laboral con una hora más para poder estar en casa, con la familia, descansar o recrearse, son sin duda elementos muy beneficiosos para todos quienes trabajamos en Chile. Lo importante es hacerlo con sentido de responsabilidad y de realidad, la iniciativa será valiosa sí y sólo sí hay un incremento en la productividad, escuchando tanto a los técnicos en la materia como también a quienes brindan los empleos en las empresas, sean del tamaño que sean.