La reflexión de hoy no es azarosa, es producto del dolor de la pérdida. Cuando alguien cercano da su último respiro te das cuenta que finalmente no pudiste hacer nada, a pesar de los conocimientos en salud, a pesar de las ganas de ayudar, no pudiste hacer que esa persona querida no sufriera, no pudiste evitar que ese ser querido dejase de existir.

Y en los días tras su pérdida repasas una y otra vez tus acciones, ¿en qué fallé? ¿pude realmente haber hecho algo más? Tras el diagnóstico quizás no mucho, ya que el cáncer destruye células sanas y crecen células tumorales de forma silenciosa; no te das cuenta cuando ya te invade. ¿Entonces qué? ¿deberíamos vivir temerosos de lo que puede pasar? Creo que no, porque una vida basada en el miedo no permite disfrutar, nubla la razón y alimenta la inseguridad.

Creo que lo que nos resta es vivir sanamente con un enfoque preventivo, análogo a manejar a la defensiva. No le agreguemos agresores a nuestra existencia, eliminemos lo nocivo como el estrés innecesario, la angustia sin motivo. No podemos eliminar nuestros códigos genéticos, pero si podemos brindarle a nuestro organismo productos inocuos, naturales… respirar sin tabaco cerca es nuestro derecho, hagámoslo valer. Activamente podemos prevenir con chequeos de salud anuales; tenemos acceso gratuito garantizado a estas prestaciones, usémoslos.

Sé que hay personas que han hecho todo lo recomendado, que no tenían factores genéticos y aun así han desarrollado cáncer, ¿qué pasa entonces? Ojalá tuviera la respuesta, pero la ciencia no ha cubierto todas las aristas.

No por eso debemos entregarnos y no hacer algo por prevenir. Si depende de nuestras acciones, prevengamos, detectemos a tiempo, que no sea una pregunta cliché a las personas a nuestro cuidado: “¿Se hizo el PAP?”, si responden “no”, no nos conformemos con el registro de esta omisión, indaguemos, presionemos y potenciemos el desarrollo de este importante examen. Que el tema salga a la luz en reuniones familiares y con amigos, hagámonos cómplices del bienestar y la prevención en el día a día.

Que al enfrentarnos nuevamente a una persona que padece cáncer tengamos claridad que hicimos todo lo posible, que le aportamos con todo lo que sabíamos y -más importante- que estuvimos con ella en todo momento.

No es que no podamos hacer nada contra este mortal padecimiento y sus escandalosas cifras regionales: los tumores constituyen el 31% de todas las defunciones por principales grandes grupos de causas en la Región Valparaíso entre el 2004 y el 2013. Podemos y debemos hacer mucho al no ser cómplices de su crecimiento, al detectarlo a tiempo, al cuidarnos y enseñar a cuidarse a otros.

No le demos más silencio al que ya mata silenciosamente, hagamos valer nuestro rol de defensores de la salud hoy, para evitar lo que un triste mañana podría traer.

Hay mucho por decir y nada que callar en tanto podamos prevenir.

Humilde homenaje dedicado a dos grandes amigos que lucharon hasta el final contra el cáncer. Por malas coincidencias, sin conocerse fallecieron en la misma semana, no tuve respiro entre una despedida y otra. Debo decir lo que no se puede callar para darles un pequeño tributo en estas líneas. 

Jacqueline Dinamarca Q.E.P.D., trasciende en su legado con su valentía y fortaleza.

Mauricio Ponce Q.E.P.D., quien aferró su espíritu a la vida y combatía el dolor con un corazón noble y alegre.

Sus ejemplos quedarán siempre en los corazones de quienes les conocimos.