21 de junio, Día Internacional de la Educación No Sexista

Cada 21 de junio se conmemora el día internacional de la educación no sexista, promulgado hace treinta años atrás por la Red de Educación entre Mujeres de Latinoamérica y el Caribe, con el objetivo de concientizar respecto de las desigualdades de género a que se ven expuestas las mujeres en todo el mundo, pero muy especialmente en nuestro continente, donde dichas desigualdades se ven agudizadas por las condiciones de violencia, pobreza y exclusión social en que se desenvuelven las trayectorias de vida de muchas mujeres, niñas y personas mayores.

El sexismo presente en nuestra sociedad patriarcal es una forma de discriminación que en base a la construcción social y cultural organiza una realidad binaria de privilegios masculinos y opresiones femeninas, desde explicaciones biologistas y esencialistas del género que subordinan a las mujeres a relegarse en el mundo privado, a dedicarse al cuidado, a conformarse con la precarización laboral y en los casos más extremos a convertirse en víctimas de violencia en todas sus representaciones. Este sexismo que comienza en la familia subterráneamente se traslada la escuela, las instituciones laborales, religiosas y sanitarias entre muchas otras, validando la inferioridad femenina y superioridad masculina, como si fuese una verdad absoluta y comprobada.

De allí entonces la relevancia de una educación no sexista que suprima la vida en solo dos colores: rosado y celeste, que elimine los imaginarios de que las mujeres somos frágiles y los hombres son fuertes por naturaleza, que erradique los prejuicios y estereotipos de género que nos segregan y coartan las posibilidades de desarrollo en igualdad de oportunidades. El currículum oculto del sexismo en las salas de clases, en los patios escolares, en la trastienda del sistema educativo, es una triste herencia que se inicia en la educación parvularia y llega hasta las aulas universitarias, afectando no solo a las mujeres, sino también a los hombres que están obligados a no llorar, a demostrar fuerza, poder y dominio. Entonces se hace urgente una educación no sexista que deje de organizar la vida en binarismos, que elimine la división sexual del trabajo, reproductivo para las mujeres y productivo para los hombres, que de lugar a nuevas masculinidades y que reconozca que nuestra historia ya no resiste ni permite más, la vida solo en dos colores y el uso de taxonomías obsoletas, presentes en los textos escolares, en el lenguaje docente, en la formación universitaria de carreras feminizadas y masculinizadas y en la invisibilización del aporte permanente de las mujeres a la generación de conocimientos y a la ciencia, entre muchas otras formas de discriminación.