Compartimos artículo de opinión de la Doctora Sandra Cortés, una de las conferencistas de la 5° Jornada de Investigación e Innovación en Salud, JIIS 2021, que se realizará el próximo 27 y 28 de agosto.

En el marco de la próxima realización de JIIS 2021 y haciendo eco del foco estratégico institucional de Conexión e Impacto en la Comunidad, quisimos conocer la opinión de una de las conferencistas que serán parte de esta actividad organizada por la Facultad de Salud de la UST Talca para el próximo 27 y 28 de agosto vía Microsoft Teams

Se trata de la Doctora Sandra Cortés, Médico Veterinario y magíster en Ciencias Biológicas con mención en Ciencias Ambientales; Doctora en Salud Pública de la Pontifica Universidad Católica de Chile, Jefe de la Sección de Epidemiología del Departamento de Salud Pública de la Escuela de Medicina de la Pontifica Universidad Católica de Chile, siendo actualmente miembro de los Comités de Magíster en Epidemiología y de Salud Pública de la PUC; Presidenta de la Sociedad Chilena de Epidemiología y parte del Comité Ejecutivo del Capítulo Latinoamericano y del Caribe de la International Society for Environmental Epidemiology (ISEE); y Autora o coautora de más de 20 publicaciones de numerosos artículos en Revistas indexadas en los últimos 10 años.

En marzo de 2020, nos enfrentamos por primera vez como país a una enfermedad emergente del tipo zoonótica, producida por un agente viral no conocido en nuestra población. Gracias a la globalización y un sistema internacional integrado de vigilancia desde la Organización Mundial de la Salud, rápidamente comenzamos a recibir noticias sobre las características de esta nueva enfermedad llamada COVID-19.

China y Corea fueron los primeros países que generaron las evidencias clínicas y epidemiológicas, y medidas de control basadas en la transmisión aérea, fundamentalmente porque ya habían tenido brotes por virus similares en el pasado.

Una vez declarado el carácter pandémico de la nueva enfermedad, se generaron alertas por su alta transmisibilidad especialmente en personas mayores y en personas con otras enfermedades crónicas y factores de riesgo, como diabetes, hipertensión u obesidad.

Tomando como base la evidencia de altos indicadores de mortalidad en personas mayores de países europeos, desde nuestro país el quehacer preventivo también se enfocó en similares grupos de riesgo. Los niños, especialmente menores de 15 años, parecían ser un grupo menos vulnerable, aunque prontamente se les identificó como potenciales superpropagadores del virus, muchas veces asintomáticos. La respuesta de Chile se centró en su red hospitalaria y en la provisión de vacunas, siendo los primeros vacunados las personas mayores a fin de reducir su riesgo de morir.

En este periodo de aprendizaje, los niños, niñas y adolescentes (NNA) fueron cuidados principalmente por las medidas poblacionales de prevención, por lo que fueron restringidos al entorno del hogar, con una reducida movilidad y una afectación en sus procesos de aprendizaje y calidad de vida.

Desde mayo de 2021, hemos observado aumento de casos nuevos de COVID-19 en edades entre 10 a 19 años. De igual manera, a medida que ha aumentado la cobertura de la vacunación en personas adultas, se han sumado a esta estrategia los NNA hasta los 12 años. En NNA la infección por SARS-CoV-2 se puede presentar como una infección respiratoria leve a moderada y baja tasa de hospitalización. Aunque el riesgo de los menores de 19 años es relativamente más bajo que el resto de la población, se han reportado casos graves y muertes infantiles por COVID-19.

En este escenario epidemiológico dinámico, se hace necesario fortalecer las medidas de prevención para este grupo especial de la población, de manera de minimizar el riesgo de infección al retornar a las escuelas y otros centros de estudio. Las medidas de prevención, entre ellas la vacunación, deben complementarse y fortalecerse mediante esfuerzos organizados por la comunidad educativa.

Se destaca el trabajo colaborativo para mejorar la calidad del aire de los entornos donde viven, estudian y juegan nuestros NNA, favorecer condiciones permanentes de ventilación cruzada abriendo puertas y ventanas, fortalecer la mejora permanente de lavado frecuente de manos en las escuelas y fomentar el desarrollo de actividades educativas al aire libre. El compromiso a tomar en cada escuela y su comunidad es apuntar a reducir la ocurrencia de casos nuevos por COVID-19 en cualquiera de las personas que la conforman. Sin embargo, los NNA no pueden elegir y por tanto dependen de las acciones preventivas que nosotros los adultos debemos fomentar y mantener hasta nuevo aviso.