Criar niños u orientar padres para hacerlos pueden ser tareas desafiantes, pero una orientación hacia la consciencia y el entendimiento del rol que puede tener el cerebro, puede ayudar a generar lazos y a formar el carácter durante la primera infancia.

Desde padres primerizos hasta educadores profesionales, todos alguna vez nos hemos cuestionado la manera correcta de criar hijos y si lo estamos haciendo bien en nuestro rol. De ello habló la magister en psicología infantil Camila Gaviria en su conferencia “Neurociencia y crianza consciente”, organizada por el Área Educación del IPCFT Santo Tomás. Hoy, esta ciencia que estudia del sistema nervioso, ha demostrado que el vínculo y el afecto permiten al docente docente, profesional o padre, conectarse de una manera más efectiva con los niños.

La fundadora en su país -Colombia- de Educación Inteligente, laboratorio clínico dedicado a fortalecer los vínculos familiares, centró su charla en la primera infancia de los niños y cómo incide su vinculación con los adultos en su desarrollo. “Es un proceso muy importante en el desarrollo, no solamente de los niños, sino también de los adultos que acompañan ese proceso afectivo”, adelantó la psicóloga infantil con estudios de neurociencia.

En esta primera etapa de vida, los niños se relacionan básicamente a través de la imaginación, la creatividad y la curiosidad de exploración constante. A nivel cerebral -explicó la también doula y asesora de lactancia- tenemos una corteza prefrontal que nos permite ser racionales, conscientes, y tener la posibilidad de planificar, proyectar y planear estrategias y estructuras, que nos permiten generar acciones en el largo plazo. Y tenemos en la parte posterior e inferior, una estructura llamada cerebro límbico (emocional). “Nos relacionamos a través de él y son seis emociones básicas con las que nos comunicamos los primeros años de vida: alegría, tristeza, miedo, sorpresa, desagrado e ira”, detalló la doctora Gaviria.

Dado que la corteza prefrontal tarda 23 años en terminar de fortalecerse, toda esa construcción que van teniendo los niños (y luego adolescentes, jóvenes y adultos) en este período, permite que desarrolle y posibilite el proceso de creación de la racionalidad, la planificación y la estructuración. “Por eso a un niño lo debemos acompañar siempre desde las emociones y generar estrategias que les permitan a ellos fortalecer su corteza prefrontal, pero muchas veces los adultos buscamos que se relacionen de una manera racional”, advirtió.

Dentro de esta construcción cerebral, un punto determinante es la motivación. “Como adultos, estamos buscando todo el tiempo generar espacios y ambientes que nos permitan proyectar esa motivación o estructuración para buscar sorpresa. El cerebro aprende a través de la sorpresa y le gusta que lo motiven. Es muy importante que cuando realicemos experiencias con niños, tengamos la posibilidad de fortalecer su curiosidad y que expresen sus emociones a través de la imaginación y la creatividad”, relató la psicóloga infantil.

Rol del adulto, normas y forma de abordar problemas

Existen dos maneras para que el adulto se relacione con el niño: espejo y vínculo. Tenemos una estructura llamada neuronas espejo que durante los primeros dos años permiten la capacidad de imitar o de empatizar con las emociones que el otro siente. Luego comienza a generar autonomía e independencia. “El vínculo lo debemos formar a través de las relaciones positivas y amorosas que creamos con los niños. Respetar a través el amor, pero también tener firmeza y acompañar con claridad”, manifestó Gaviria, enfatizando que la primera infancia es fundamental para el desarrollo y que es vital implementar normas y límites para relacionarnos.

Dentro de este marco, la doctora recomendó fijar un estilo de crianza buscando un punto medio entre lo permisivo y lo autoritario y así relacionarse con el niño con firmeza y afecto al mismo tiempo. Junto con ello, Gaviria señaló que para un niño un problema también es una oportunidad. “Ponerse o sacarse la ropa o los zapatos puede ser una frustración grande para ellos. En lugar de uno resolverles el problema, debemos dejarlos: “Si se frustra y llora, contenerlos y calmarlos y luego darles la oportunidad de que intenten nuevamente y que si no lo logran, ayudarlos”, complementó. Lo importante es que ellos busquen sus soluciones y nosotros demostrarles que confiamos en ellos. Eso fortalece el vínculo, aseguró la psicóloga infantil.

Un último pilar que destacó Gaviria en la crianza consciente es la validación de las emociones del niño: Si se cae y llora, no tratar de calmarlo diciendo que “no pasa nada”. “Si invalidamos su emoción, le enseñamos justamente eso: que sus emociones no tienen validez y se las tragan, no expresan y generan un muro y no las autoregulan”. Entonces, al contrario, simplemente no hay que magnificar la situación ni tampoco ignorarla: Ayudarlo a identificar dónde le duele y explicarle lo que pasó y que uno está para acompañarlo y protegerlo, concluyó.