Karen Peñaloza, TENS Hospital Modular Sótero del Río:

“Que un paciente se levante y vaya de alta es la celebración más pura que he vivido”

Hace un año atrás, Karen Peñaloza, egresada de Técnico en Enfermería del CFT Santo Tomás Puente Alto, buscaba trabajo en un lugar donde idealmente no estuviera tan expuesta al Covid-19. Pronto se dio cuenta de que la situación mundial no se lo permitiría y así se incorporó a una residencia sanitaria en la comuna de Puente Alto.

“Estaba reacia a trabajar en hospital por la exposición al Covid-19, porque no quería contagiar a mi papá y sobrinos, pero llegué a una residencia sanitaria donde había pacientes positivos, donde el contacto era menor, ya que hacía control de signos vitales y entrega de alimentos, ya que al haber pacientes graves se coordinaba traslado en ambulancia, entonces no estuve tan expuesta”, recuerda.

La empresa que la contrató para aquella residencia se quedaba corta de personal, por contagios, y le pidió hacer un reemplazo de turnos en el recién instalado Hospital Modular Sótero del Río, propuesta que aceptó sin pensar que terminaría trabajando definitivamente en aquellas instalaciones.

“Hice el apoyo y dos semanas después me volvieron a llamar, y me volvieron a llamar y sin darme cuenta me había trasladado. En ese momento la residencia sanitaria de Puente Alto cerró, así que era seguir ahí o quedar sin trabajo, así que me quedé”, explica.

Un año en el Hospital Modular

De ahí, a la fecha, ha pasado un año. Doce meses realizando turnos de 24 horas, con tres días de descanso intermedio, velando por la salud de hombres y mujeres de diversas edades contagiadas de Covid-19.

“Nunca imaginé vivir esto tan cerca. En los primeros meses pacientes me tosían en la cara y el corazón me quedaba en la garganta todo el día, pero increíblemente, te acostumbras a vivir así. Hice la burbuja, dejé de ver a mi familia por meses, por miedo a contagiarlos. El 2020 no supe de familia de supermercados ni efectivo, todo por delivery, todo con tarjeta, zapatos de calle y de casa diferenciados, full aseo, lavado de manos, de ropa, encerrada en una burbuja sanitaria propia”.

En este ambiente comenzó a estrechar lazos con quienes se transformarían en su familia laboral; Tens y enfermeros, compañeros de turno, con quienes conversaba de lo humano y lo divino cuando tenían oportunidad.

“Somos alrededor de 24 personas por turno, todos nuevos -los más antiguos llevamos un año trabajando- y es un equipo joven, sin mañas, con la misma meta: que esto funcione. Los primeros meses fueron duros, porque un Tens está preparado para brindar atención al paciente, aseo y confort, brindar comodidad, pero acá te transformas en amigo, hijo y familia del paciente aislado que, a veces, delirando te confunde y son experiencias fuertes que se pueden sobrellevar gracias al apoyo de tu equipo de trabajo”.

Con el paso de los meses, sus compañeros fueron las únicas personas que entendieron su cansancio, angustia y sentido del humor, porque “es agotador, pero es la única gente con la que puedes compartir e interactuar en términos ‘normales’; los que te apoyan tras llevar un paciente a la morgue y con quienes celebras cada vez que un paciente se levanta y se va de alta, es la celebración más pura que he vivido y ha sido con ellos, mis compañeros de turno”.

Esa inyección de satisfacción y alegría es la que la motiva día a día a seguir trabajando en el hospital modular, sintiéndose parte de una nueva generación de profesionales que, sin duda, fueron marcados y moldeados por la pandemia.

“Le tomas cariño a esto, porque has sido parte de un servicio nuevo, creado de la nada y que está funcionando bien… Cuando esto acabe nos llevaremos tremenda experiencia profesional y de vida también, porque no sólo hemos crecido como profesionales sino como personas, más pacientes, más consientes, más empáticos que nunca”, enfatiza.