Luciano Valenzuela a 10 años de su primer título mundial: “Si no hubiese sido campeón de debates, hoy no sería lo que soy”

  • El egresado de Psicología de UST Viña del Mar, hoy director de Desarrollo Comunitario en la Municipalidad de Limache, cuenta que “mi vida universitaria fue estar siempre con los dientes apretados, pero gracias a Dios la gente correcta me apoyó en los momentos correctos”.

Hace 10 años, Luciano Valenzuela, por ese entonces estudiante de segundo año de Psicología en UST Viña del Mar, se coronaba campeón en la modalidad individual del Torneo Mundial de Debates en España. Era la primera vez que salía del país y ni siquiera imaginaba que ese viaje –sin exagerar- le cambiaría la vida. Hoy es director de Desarrollo Comunitario en la Municipalidad de Limache y reconoce que es prácticamente imposible imaginar cómo habría sido esta década si hubiese respondido negativamente cuando lo invitaron a integrarse a un equipo de debates, actividad que consideraba “muy ñoña” en ese tiempo.

“Yo soy psicólogo, pero la gente me identifica más como campeón de debates. No quiero quitarle méritos a la carrera que estudié, pero sin los debates no sería lo que soy, no estaría donde estoy, no tendría lo que tengo. Siempre digo que en la historia de mi vida es imposible saltarme dos conceptos centrales: mi vida de iglesia, porque sin la iglesia no llego al debate, y el debate, porque sin el debate todo lo que vino después no existiría”.

– ¿Qué es lo primero que se te viene a la mente cuando piensas en ese título mundial de 2013?

“Recuerdo que en 2012 una debatiente de la Universidad Católica del Perú nos habló del Mundial en Madrid. La opción de conocer una cultura nueva me abrió el apetito. Y recuerdo una conversación con don José Weinborn, el rector de esa época, donde nos dimos la mano y yo patudamente le digo ‘Si ganamos el Latinoamericano, ¿Santo Tomás nos apoya para ir al Mundial?’ ‘Ahí vamos a ver’, me responde. Esa patudez de hablar con el rector en mi primer año es el recuerdo que se me viene a la mente”.

– ¿Es verdad que te invitaron al equipo de debates porque alguien dijo que “los evangélicos tienen buen blablá”?

“Suena a broma, pero es cierto. Yo tenía experiencia hablando en público, dando charlas, prédicas en la iglesia, pero nunca había participado en debates. En clases de Problemas Sociales Contemporáneos me dieron la opción de hacerlo y dije que sí porque era un ramo donde costaba sacar buenas notas. Mi presentación llamó la atención y eso llegó a oídos de Enrique Lobos, estudiante que llevaba tres años como debatiente. Un día se acerca y me dice ‘oye, me dijeron que tú eres evangélico, ¿te gustaría ser parte del equipo de debates?’ ‘¿Qué tiene que ver una cosa con la otra?’, le respondí. ‘Es que como los evangélicos son buenos para hablar…’, explicó. Dije OK y así ingresé al equipo como un mes antes del torneo de 2012 porque un debatiente se retiró y dejó un cupo vacante. Fue muy fortuito todo”.

– Ganaron el torneo internacional de 2012 y fuiste a cobrarle la palabra al rector…

“El contexto era que Viña había organizado varios años el torneo y no había ganado nunca. En ese escenario yo le ofrezco ese compromiso al rector, luego ganamos el torneo y ahí don José me dice ‘Santo Tomás paga los pasajes en avión, pero hay que ver la forma de levantar fondos para el hospedaje’. Así que teníamos que buscar quién nos podía ayudar. En marzo, un amigo me invita a jugar un partido de fútbol donde iba a estar el alcalde de Limache, llegué a la cancha, veo al alcalde calentando y pensé ‘no tengo nada que perder’. Me presenté y le dije ‘soy de Los Maitenes, estudié en una escuela municipal, hoy estudio Psicología en la Universidad Santo Tomás, tengo la opción de defender a Chile en el Mundial de Debates, pero no tengo un peso, ¿me pueden apoyar desde la Municipalidad?’ Me respondió ‘anda el lunes a mi oficina y lo vemos’. Fui, vimos las opciones, la Municipalidad me apoyó para cubrir parte de la estadía y así confirmamos el viaje”.

– Llegas al Mundial y te encuentras con un mundo muy diferente a Limache y a Santo Tomás.

“Yo no tengo vergüenza de reconocer de dónde vengo. Estudié en escuela con número, la casa donde yo nací era de cartón, luego pasamos a tener una mediagua que nos dio la Municipalidad, pero tuvimos piso de tierra y letrina mucho tiempo. La realidad económica que yo viví hasta como los 16 años fue súper compleja, dura. En el Mundial de Debates me tocó encontrarme con gente con historias de vida totalmente distintas, quizás su mensualidad en la universidad costaba lo mismo que todo un año de mi carrera, gente que iba de vacaciones a Europa siendo que yo jamás había viajado, pero eso te permite valorar más los pasos que vas dando. Yo sé que tuve que remar harto, comer sólo pan con mantequilla durante mucho tiempo porque no había ni para comprar queso ni jamón. Cuando llegué a España no podía más que ser un agradecido de Dios, porque no hubiera llegado nunca a Europa si no fuera por el debate. La universidad me dio una beca después que gané el Mundial y sin esa beca, no hubiera podido terminar la carrera. Son muchos aspectos que te hablan de un contexto muy precario, pero que se fue compensando por un camino alternativo”.

“Obviamente que el contraste con otra realidad es chocante, pero he aprendido que no sacamos nada con construir desde el resentimiento, uno tiene que construir desde las oportunidades. Yo tuve esta, quizás ellos tenían oportunidades desde que nacieron, un mejor pasar, padres profesionales, etcétera, pero cuando tuve la oportunidad, la aproveché al máximo”.

– Alguna vez dijiste que no dimensionaste tu título mundial hasta que le avisaron a tu familia y tu papá se puso a llorar con la noticia.

“Estamos hablando de 10 años atrás, la única forma de comunicarme a Chile era por skype, pero sólo cuando volvía al hotel porque no teníamos roaming. Gané y para mí fue como hacerlo en Limonares, recibí algunas felicitaciones, nada muy exagerado, pero cuando llamé a mi polola le dije ‘amor, gané, avísale a mi papá’. Me llamó de vuelta y me dice ‘le conté y se puso a llorar’. Ahí entendí que no había ganado una rifa, que estaba al otro lado del mundo, en una realidad universitaria tremenda, en campus maravillosos, con estudiantes de un bagaje cultural tremendo y Dios me había dado la opción de llegar a ese punto y ganar. En ese momento yo entendí todo, comprendí lo que había ganado, lo que había significado ganar”.

– Y vino una entrevista en el diario Las Últimas Noticias que también ayudó a tu “momento de fama”.

“Se supone que iba a ser una nota chica, porque nosotros como Santo Tomás tampoco sabíamos la repercusión que podía tener un Mundial. Me llama un periodista, me pide datos del torneo y me pregunta a qué me dedico en Chile. ‘Soy pastor de una iglesia, hago prédicas, charlas, hablo de superación personal, desarrollo de vida’. No entendió mucho, así que le dije ‘mira, es muy parecido a lo que hace Coco Legrand, pero en vez de una crítica social, yo hago una reflexión de desarrollo personal’. ‘¿Con chistes?’ ‘Sí, también le agrego chistes’. Terminó la entrevista, viajamos de vuelta a Chile y cuando hacemos escala en Río de Janeiro veo que tengo 99 mensajes en Facebook, yo no entendía nada hasta que me sale la foto de la página del diario con el titular “Pastor chileno fanático de Coco Legrand es campeón mundial de discurso”. Además, salía con una foto gigante que me habían tomado en Limonares cuando ganamos un debate, una foto muy casual donde yo salgo haciendo el pulgar para arriba con una risa nerviosa. Después el tema lo tomó TVN, lo replicaron las radios y mi historia personal hizo que prendiera más todavía”.

– ¿Sientes que esa historia personal puede reflejar la vida de otros estudiantes de Santo Tomás? En tu familia no había profesionales, las redes de contacto eran nulas y tenías problemas para pagar los estudios.

“Sí, creo que represento muy bien al promedio del estudiante de Santo Tomás, que no tenemos red de conocidos, no estudiamos en colegios rimbombantes, venimos de hogares disfuncionales, donde todo te cuesta. Por ejemplo, en mi casa no había internet, entonces cuando todos se ponían de acuerdo para conectarse, yo me tenía que quedar en la Universidad. Tampoco tenía la opción de irme a la casa en las ventanas porque vivía lejos, me tocó aguantar el día entero sólo con el pan del desayuno y luego llegar a comer pan en la noche. Fue una época dura”.

“Uno piensa ‘podría estar generando plata en vez de estar estudiando’. Sé que hay chicos de Santo Tomás que pasan por esta disyuntiva, yo hasta tenía pensado manejar un colectivo. Hay una imagen que tengo muy presente y es cuando tengo que firmar el CAE. Iba a firmar el contrato y la persona me dice ‘pero léalo antes’ y yo le digo ‘¿acaso tengo otra opción?’ No, no tenía”.

“Una de las razones que me hizo estudiar acá fue que la universidad no se adhería generalmente a los paros. Es que yo no tenía tiempo que perder, no podía confiar en que mi papá iba a pagar un año más de carrera, no podía echarme un ramo o atrasarme. Mi vida universitaria fue estar siempre con los dientes apretados, pero gracias a Dios la gente correcta me apoyó en los momentos correctos. Yo estoy más que agradecido de Loreto Caviedes, la directora de Asuntos Estudiantiles que me permitió hablar con el rector y decirle ‘don José, no puedo seguir estudiando, no me alcanza la plata, vengo a congelar’. Y ahí aparece la opción de debates, se me abren oportunidades, talleres, charlas, entonces digo ‘¿si en vez de pagar el diferencial, me voy a hacer charlas y dejo de estudiar?’. Y recuerdo que el rector me dijo que iba a hacer la petición para habilitar una beca. Esa beca me permitió terminar la carrera”.

“Tengo cero vergüenza, sé lo que me costó, sé que hay muchos cabros que llegan acá con muchos sueños y se les hace difícil. Eso yo lo viví. Y cuando voy a Escuela de Líderes cuento mi historia de vida, los chicos se me acercan, me dicen ‘a mí también me pasa, no me alcanza, vivo lejos, tengo que trabajar y estudiar al mismo tiempo’. Creo que hay un amplio porcentaje de personas que se ven reflejadas en este estilo de vida. Más que decir que soy un ejemplo, sí creo que represento a parte del alumnado de Santo Tomás”.

– 10 años después, ¿imaginas cómo sería tu vida sin debates, si te hubieras negado cuando te invitaron al equipo?

“Probablemente hubiese congelado en el segundo semestre de segundo año, no me hubieran alcanzado las lucas. Pero hubiese buscado la forma de volver dos o tres años después, hubiese sacado la carrera igual porque quería quebrar la historia. Yo sé que para Raffa y Pedro, mis hijos, el saber que su mamá es administradora pública y su papá es psicólogo, es decirle a ellos que pueden construir algo. Yo quería construir algo para los Valenzuela que vendrán en el futuro, porque mi viejo se sacó la mugre para salir del trabajo malo que tenía y hoy es un gásfiter certificado, yo lo vi trabajando de lunes a lunes, bañándose con agua helada en el patio porque no teníamos calefont, vi a mi mamá privándose de comer para que comiéramos nosotros. Yo quería cambiar la historia de aquí para adelante, espero que el Pedro tenga más opciones, que la Raffa tenga más posibilidades. Entonces creo que la carrera la habría sacado igual, pero me habría costado mucho, no tendría el trabajo que tengo ahora, hubiese sido todo muy distinto”.