¿Qué es una Educación Física escolar verdaderamente educativa?
Primero habría que pensar sobre qué es y que no es educativo, considerando que toda actividad humana al transmitirse de una generación a otra describe algún proceso que conlleva características educativas. Es decir, todo lo que se enseña de un individuo a otro puede ser considerado educativo, pues quien recibe la enseñanza se educa en lo que el otro le transmite, adquiriendo las costumbres, usos, pensamientos y saberes que caracterizarán su comportamiento. De ahí que toda actividad humana sea educativa.
Sin embargo, cuando nos referimos a “verdaderamente educativo”, estamos queriendo decir, una educación que va más allá del cuerpo y de sus típicas y cotidianas manifestaciones físicas.
Las dimensiones
Hacemos referencia a las cuatro dimensiones existenciales: cuerpo, mente, espíritu y cultura. Se desprende de lo anterior, que, dado lo que se observa en las practicas docentes en las clases de Educación Física en escuelas y liceos, estas abordan solo una dimensión, el cuerpo. Se aplican actividades y se evalúan contenidos en función de lo que el cuerpo puede o no puede hacer, es decir, se premia o se castigan las facultades físico-orgánicas del sujeto, habiendo muy poca oportunidad para que este mismo sujeto libere y manifieste su espíritu o sus propias expresiones de su cultura corporal. Más aun, según Maturana (1996), la aceptación del otro como legitimo otro, es un principio necesario en todo proceso educativo y las evaluaciones estandarizadas contradicen este principio.
Por otro lado, Paulo Freire indica que el desarrollo de la autoestima y la autonomía, solo se puede dar en un ámbito de libertad, en el cual el sujeto puede participar desde su realidad, desde su lenguaje, generando espacios de debate y critica. Partiendo de estas consideraciones podríamos preguntarnos: ¿en qué momento de la clase de Educación Física el profesor enfatiza la dimensión espiritual? ¿las actividades y contenidos nacen desde la cultura corporal patrimonial del estudiante? Si no es así, entonces podemos decir que esas clases de Educación Física no son verdaderamente educativas.
Existen estudios que ya han demostrado que la clase de Educación Física que conocemos no pasa de una actividad física, de entrenamiento de capacidades biológicas o de entrenamiento pedagógico.
Quiere decir que, no existe una intencionalidad de verdadero aprendizaje más allá de hacer por hacer, de moverse sin mayores pretensiones, lo que al final redunda que ese tipo de clase no precisa de un profesor formado en la universidad, pues al no superar las características de instrucción bastaría cualquier persona que tuviera algunos conocimientos sobre preparación física o animación recreativa.
Entonces, una Educación Física verdaderamente educativa, sería aquella en la cual el sujeto pudiese vivenciar la totalidad de sus dimensiones existenciales, un momento y espacio donde pueda desarrollar su cultura corporal, de manera que logre hacerla más significativa, relevante y trascendente (Linzmayer, 2016).
Si entendemos que la educación en general y los procesos pedagógicos que en ella se abordan no son neutros, sino que están integrados por una fuerte carga ideológica que condiciona todo proceso formativo (Fernández, 1995), también debiéramos comprender que toda acción que se denomine educativa debe intencionar una práctica que contribuya a la “transformación social y cultural, centradas en la dignidad y la justicia a través de la democracia” (Rivera y De la Torre, 2005, p. 94).