Transporte público, una materia pendiente

“Uno no se sabe lo que tiene, hasta que lo pierde”, dice una frase muy popular. En este sentido, durante muchos años escuchamos recurrentes quejas sobre nuestro transporte público en Chile, y en Los Ángeles en particular, por cierto.

Con o sin razón, se hablaba de que las micros “corrían” mucho, sobre las aglomeraciones, de malos tratos entre pasajeros y/o conductores, que subía el pasaje y tantos otros problemas. Sin embargo, el desconfinamiento de la pandemia que nos hizo volver a “la calle”, a la llamada normalidad, nos sorprendió (para mal) con la complejísima falta de transporte público que sufre nuestra ciudad y la intercomuna en general, lo que ya ha levantado múltiples voces de alerta.

Para toda urbe, ciudad grande, chica, pueblo, es fundamental poder proveer a sus habitantes y los de las comunas vecinas, las alternativas necesarias para poder trasladarse. Cosas tan cotidianas como ir a trabajar, estudiar, ir de compras, de paseo, a la hora médica, requieren la existencia de un transporte público eficiente y ordenado, pero antes y mucho más importante que ello: que exista y brinde sus servicios.

La relevancia del transporte público versus el particular, sin considerar que brinda un servicio fundamental para quienes no cuentan con vehículo propio, se traduce en múltiples efectos positivos, como la reducción del tráfico y, de paso, las emisiones de CO2, esto gracias a que todos los usuarios comparten un vehículo, teniendo de esta forma un menor número de autos en circulación en las calles.

Esto implica además que el uso masivo del vehículo privado colapsa las ciudades, las hace más sucias y ruidosas. Por eso, además, el transporte público es la alternativa idónea para mejorar la movilidad urbana y evitar en gran medida los atochamientos y los insufribles “tacos” que estamos enfrentando en nuestra ciudad.

Esta situación, además, se torna muy compleja, por ejemplo, para un estudiante vespertino, que sale a las 23:00 horas de sus clases y no encuentra como volver a su hogar, o el trabajador que sale de su turno y se encuentra con el mismo panorama.

La directora de la Dirección de Tránsito y Transporte Público de la Municipalidad de Los Ángeles, María Cecilia Jara, explicó en este a este diario hace algunos días que “de acuerdo a la información proveniente de los usuarios de la locomoción colectiva, estos servicios no estarían funcionando en su capacidad máxima, sobre todo en horas peak.

Lo anterior producto de muchos factores externos, como el aumento del parque automotriz (mayor poder adquisitivo), alzas en los combustibles y modalidades de trabajo remoto. En las horas que no son peak es poca la gente que necesita locomoción colectiva, por lo que en esos horarios también se nota una leve disminución en la frecuencia”.

Autoridades y empresarios ya se están reuniendo, pero mientras tanto la gente sigue esperando largos periodos por el transporte que, muchas veces, nunca pasa. Ello, de la mano de la creciente sensación de inseguridad en nuestra ciudad.

Asimismo, en tiempos en que se habla de descomprimir las calles a través de una vuelta de las restricciones vehiculares, bien vale la pena preguntarse si el remedio no sería peor que la enfermedad, dado lo frágil que actualmente se presenta el transporte público, el que lógicamente debería absorber el mayor número de usuarios que esta medida implicaría.

La complejidad de la situación es absoluta, por lo que amerita buscar soluciones de manera urgente a través de los esfuerzos de todos quienes tengan algo que aportar. Mientras tanto, seguimos preguntándonos ¿para dónde va la micro?, claro, una vez que ésta pase.