Hace unos años un video, que se volvió viral, mostró cómo un cliente de una cadena de comida rápida, muy alterado, exigía un producto en particular. No existió consideración con los trabajadores ni con los demás clientes presentes. Él quería su pedido “aquí, ahora y ya”.

Tal vez nos pareció jocoso, porque lo veíamos como un exceso, algo fuera de la civilidad.

Hoy ya no es tan particular. Es habitual presenciar, o incluso ser partícipes directos o indirectos, de actos así, de exigencia inmediatas. Tomamos nuestras necesidades como las más importantes y urgentes.

Ello justifica que nuestra conducta sea agresiva, temeraria e impulsiva. La escena del “cuarto de libra”, se exacerba a límites insospechados en la actualidad.

Conductores que violan las reglas del tránsito por nimias razones, clientes agresivos, “funas” en redes sociales, imputaciones livianas, detenciones ciudadanas al límite; esto impone la autotutela, contra toda normatividad existente. Hemos visto en redes sociales o televisión que, ante un accidente vehicular, muchas veces no se denuncia, se prefiere romper o impactar el vehículo contrario, y, en extremo, dirigir la acción contra la persona que conducía. La justicia en nuestras manos.

Es posible entender que estamos enfrentados a situaciones de estrés, pandemia, necesidades económicas o desconfianza en el sistema, pero nunca se justifica violentar al otro en pos de mis necesidades, deseos o reclamos.

La infinidad de necesidades nos alejan del bien común.

Jurídicamente vulneramos derechos básicos, reconocidos en la Carta Fundamental, tales como la presunción de inocencia, el debido proceso, derecho a la honra y dignidad del ser humano, respecto de los cuales podemos recurrir ante los Tribunales de Justicia; sin embargo, desde lo ético podemos aportar con practicar las virtudes cardinales, que nos llaman a la prudencia, la fortaleza, la templanza, pero de forma relevante a la JUSTICIA, aquella de la cual Santo Tomás de Aquino señaló que «es alabada en la medida en que el virtuoso se comporta bien con respecto al otro» (ST, II-II, q. 58, a. 12, in c), practicándola en ese sentido la sociedad logrará una pacífica convivencia.