Repensar el concepto de normalidad

No hay duda de que uno de los temas más recurrentes de conversación en cualquier grupo de jóvenes, adultos, hombres y mujeres, es la agitación social que nuestro país está viviendo y que nos ha mostrado lo mejor de muchas personas, que comprometidas con el movimiento social, han querido tener voz y manifestarse en un marco de respeto que una sociedad civilizada requiere. Así también, hemos sido testigo de la otra cara de este movimiento que se ha expresado en la destrucción de esta ciudad que tanto decimos querer. Esta crisis social de la que hablamos y que para muchos ejemplifica el cambio social que Chile está pidiendo y exigiendo, se entiende como la necesidad de mover, cambiar y variar la estructura del sistema social para terminar con lo que hasta ahora nos parecía normal. El cambio social hoy es el clamor de lo que la ciudadanía desea para sí misma y los demás, y va acompañado por exigencias de respuestas de muy corto plazo. Este nuevo escenario no tiene nada que ver con lo que teníamos como costumbre en las demandas sociales, entonces lo normal ya no lo es, y debemos entender el sentido y la dirección que esta crisis social está tomando para construir un nuevo concepto de lo que en esta materia entenderemos como “normal” en nuestra sociedad.

Cambios sociales

A los cambios sociales, la mayoría de las veces los antecede una crisis social y afectan y ponen en jaque lo que teníamos acostumbrado como usual. Las crisis sociales, no necesariamente han sido violentas, muchas de ellas son progresivas, se van asumiendo lentamente hasta que son parte de la sociedad. Hoy tenemos el desafío de mirar en profundidad el cambio social que queremos y eso obliga a los líderes y referentes de las instituciones públicas y privadas a aportar en la búsqueda y propuesta de soluciones que nos permita salir de la crisis y lograr ese anhelado cambio.

Ya estamos en el momento de saber escucharnos, de superar los individualismos partidistas y narcisistas que solo nos llevan a un camino de indiferencia, es el momento que todos nos hagamos responsables por la construcción del bien común y desde la academia tenemos el gran desafío de aportar al diálogo constructivo.

No debemos quedar ajenos a los momentos que estamos viviendo, ni podemos ser meros espectadores de una sociedad que es nuestra, donde el individualismo destruye la convivencia social. Tampoco podemos ser ingenuos, debemos comprender que el problema más complejo a resolver es la falta del sentido moral y ético que algunas instituciones han mostrado y donde el bien individual ha prevalecido por sobre el bien común con una secuela de corrupción en todas las instituciones. Nadie puede quedar eximido de responsabilidad frente a este escenario que viene gestándose desde hace tiempo.

Desde la academia, estamos llamados a superar situaciones que son una expresión manifiesta del clamor ciudadano.  Tenemos la obligación moral de comprender, y en esto no puede haber ambigüedad alguna.

Es momento de cuidar nuestro lenguaje, nuestros actos y actitudes, de cuidarnos. Debemos escuchar y abrir nuestras mentes para comprender lo que nos ocurre como sociedad. Por lo tanto, la historia nos invita a hacer crecer la esperanza y la confianza, y poner nuestra mejor energía en trabajar por nuevas maneras de relacionarnos, con mayor empatía, capacidad de escucha y acogida del otro.