Re-formando la práctica de Educación Inclusiva: Una experiencia compartida

Desarrollar espacios educativos con carácter inclusivo, es un reto de la educación contemporánea.

Para ello se requiere una transformación profunda de las representaciones de las sociedades, y muy en particular de las personas, lo que se traduce necesariamente en cambios de actitudes, cambios en las acciones y por ende, repercuten en el sistema educativo de cada sociedad.

La construcción de espacios inclusivos, se convierte en una aspiración a la que apuntan los esfuerzos de grupos organizados de docentes, programas y proyectos nacionales de cooperación internacional, que tienen en la historia reciente, veredas por las cuales ha caminado mucho de este esfuerzo y sueño. Más allá de un concepto restringido al ámbito de la población con discapacidades, la conceptualización en la actualidad, se inscribe en principios que devienen de los procesos de exclusión de grupos tradicionalmente alejados de la educación.

Tanto la “Educación como Derecho”, como los planteamientos de la Educación para Todos/as, constituyen asideros para hablar de calidad educativa, calidad de vida y construcción de sociedades justas solidarias y colaborativas. Si bien las raíces más profundas están en la exclusión de los más necesitados de aprendizaje social como han sido las poblaciones con necesidades educativas especiales, la trascendencia del concepto, y de ahí su importancia, está en la inclusión de otros grupos que las sociedades han dejado en la más alta vulnerabilidad, como son las minorías étnicas y lingüísticas, niños trabajadores y explotados en las peores condiciones, comunidades en pobreza y extrema pobreza, así como otros colectivos que se construyen en las ciudades. Cada contexto, cada momento marca la impronta de trazar rutas nuevas, buscar nuevos aliados e inspirar y motivar a las comunidades para lograr esos ideales que se han escrito en los discursos, declaraciones y propuestas nacionales, internacionales y mundiales.

Este artículo recoge una revisión a las ideas sobre la Educación Inclusiva de un grupo de profesionales, como parte de la tarea que se decide construir mediante el consenso, haciendo uso de la revisión bibliográfica y compartiéndola en un espacio de un foro virtual. El trabajo se nutre de una categorización de aspectos, que fue elaborada por el grupo, para orientar el contenido de interés.

Fundamentación y justificación de la Educación Inclusiva desde el Derecho, la Sociología, la Psicología y la Pedagogía

La idea de la educación como derecho, tiene un trasfondo jurídico, primero en la modernidad, y luego se revierte como “Derecho Social”. Como servicio estatal, se ubica en el surgimiento de los Estados Modernos que la asumen como parte de sus servicios, por lo que se incluye como una de las funciones administrativas del Estado. En esa idea, la educación es propuesta en el juego normativo que cada país posee en su ordenamiento haciendo que cada ciudadano sea a la vez “sujeto de derecho” y lo que más importante, y a veces olvidado, sujeto de responsabilidad.

La educación como derecho humano, encuentra su mejor expresión en la Declaración Mundial de los Derechos Humanos, que en su artículo 26 establece:

  1. Toda persona tiene derecho a la educación. La educación debe ser gratuita, al menos en lo concerniente a la instrucción elemental y fundamental. La instrucción elemental será obligatoria. La instrucción técnica y profesional habrá de ser generalizada; el acceso a los estudios superiores será igual para todos/as, en función de los méritos respectivos.
  2. La educación tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana y el fortalecimiento del respeto a los derechos humanos y a las libertades fundamentales; favorecerá la comprensión, la tolerancia y la amistad entre todas las naciones y todos los grupos étnicos o religiosos, y promoverá el desarrollo de las actividades de las Naciones Unidas para el mantenimiento de la paz.
  3. Los padres tendrán derecho preferente a escoger el tipo de educación que habrá de darse a sus hijos.

Como derecho, la educación no puede verse como el privilegio de unos pocos, sino como un “derecho de todas las personas “, por lo que, en esa idea, habrá de asumirse desde los Derechos Humanos: “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros” (Art. 1).

Nótese que desde la expresión

2. La educación tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana y el fortalecimiento del respeto a los derechos humanos y a las libertades fundamentales; favorecerá la comprensión, la tolerancia y la amistad entre todas las naciones y todos los grupos étnicos o religiosos, y promoverá el desarrollo de las actividades de las Naciones Unidas para el mantenimiento de la paz.

La educación procura fomentar el desarrollo personal y social para el logro de los ideales de paz, libertad y justicia y en consecuencia contribuir a reducir la pobreza, la exclusión, la ignorancia y la guerra.

Desde la perspectiva sociológica, existen razones sociales y morales que fundamentan a la Educación Inclusiva desde el marco del derecho humano, la escuela implica educación de calidad y contribuye al buen sentido social.

La Educación Inclusiva entonces, posee un sentido tanto “educativo como social” al tiempo que rechaza que los sistemas educativos tengan derecho sólo a cierto tipo de personas. Por ello, se pide que: “cada país diseñe un sistema educacional que, en sus distintos niveles o ciclos, sea capaz de adaptarse a las necesidades de todos los niños/as creando Escuelas Inclusivas” (Fernández, 2003).

El respeto a ser: “Diferente, Distinto, Diverso, Desemejante, Dispar, Desigual, Divergente, Peculiar, Singular, Especial “, tiende las bases para eliminar todo tipo de discriminación y barreras del aprendizaje.

“El verdadero cambio en el pensamiento será reflejado en el cambio de actitud “.

Este será el compromiso de la educación y del compromiso social: dar respuesta a las necesidades, y reducir o eliminar los problemas sociales mediante el acceso a una educación para todas las personas.

“El respeto a la diversidad empieza por comprenderla, aceptarla como cotidiano y comprender sus orígenes “.

La educación tiene que convertirse en el puente que “añade” a la “tolerancia “, y la “aceptación”, a la solidaridad, y la participación de las personas en el quehacer humano, especialmente para los alumnos, el vigor requerido para extraer de la diversidad cultural, toda la riqueza que en ella subyace.

Se requiere de manera urgente y práctica, de una educación más “Democrática e Intercultural” que fomente el respeto por lo “Distinto”, formando personas que la valoren y mediante ello, permita conformar la propia identidad. Es por ello que los espacios educativos tienen que convertirse en “Activos Agentes de Cambio Social” para inculcar el valor de la diversidad en las políticas, los programas educativos, el currículo, las estrategias y didácticas metodológicas, es decir, se requiere un “Cambio de Paradigma Educativo y Filosófico”.

Para Arnáiz (2005) “lo verdaderamente importante es que impregnen y cambien los pensamientos y actitudes y se traduzcan en nuevos planteamientos de solidaridad, de tolerancia y en nuevas prácticas educativas que traigan consigo una nueva forma de enfrentarse a la pluralidad y a la multiculturalidad del alumnado” (p. 43). Se construye y reforma así la capacidad que debe tener la institución inclusiva de aceptar a todos/as los alumnos/as que deseen participar en ella y de este modo, reducir la exclusión de los mismos.

Desde el ámbito psicológico, en los espacios educativos es donde se valora la diversidad, no se excluye a ningún estudiante, se busca crear un clima en el que éstos se sientan acogidos, aceptados, apoyados y por sobre todo valorados solo con su presencia. Para Arnaiz (2005) “se respetan las capacidades de cada alumno/a y se considera que cada persona es un miembro valioso que puede desarrollar distintas habilidades y desempeñar diferentes funciones para apoyar a los otros” (p. 3).

De esta manera nadie es rechazado o segregado, se rescata lo positivo de la persona en lugar de etiquetarla por su dificultad, fortaleciendo así la autoestima de los estudiantes y la satisfacción por los logros. Se fomentan valores tales como el sentido de pertenencia a un grupo, la valía personal, la cooperación, la tolerancia, el respeto mutuo y otros; favoreciendo simultáneamente las relaciones interpersonales y por consiguiente el proceso de aprendizaje.

Concede a la persona la oportunidad de conocerse mejor, lo que incide directamente en el desarrollo de su personalidad y autoconcepto. Es de consenso que mediante la educación se transmiten y ejercitan los valores que hacen posible la vida en sociedad y el respeto a los derechos humanos, avanzando en la lucha contra la discriminación y la desigualdad. Los valores importantes que subyacen en una institución inclusiva son entre otros la aceptación, la pertenencia a la comunidad, las relaciones personales, la interdependencia, y la independencia (Pearpoint y Forest citados en Arnaiz, 2005).

Los valores se aprenden de las relaciones humanas (la familia, la escuela y la sociedad), con el aporte de las experiencias y los diversos contextos que modelan las actitudes de los discentes para su futura convivencia en un Modelo de Inclusión Social. Es importante tomar en cuenta que cuando hablamos de inclusión, no debemos suponer que la persona está “Verdaderamente Incluida”, porque así lo creemos, sino que debemos lograr que realmente “Lo sienta”.

Educar en valores y actitudes, destrezas intelectuales, sociales y afectivas permiten al estudiante situarse en una sociedad caracterizada por la multiculturalidad.

Para lograr una educación para todas las personas, se hace necesaria una profunda rees-tructuración y creación de nuevas políticas educativas para incluir al individuo en una nueva sociedad, con una cultura propia, dando sentido a la vida cotidiana y optando por una mejor calidad de vida.