El pasado 3 de marzo se registró en nuestro país el primer caso de Covid 19. De esto ya hace ya un poco más de 6 meses. Esto correspondió a un médico que regresaba a Chile luego de unas vacaciones en Singapur. Posterior a este y en las siguientes semanas, el brote se expandió partiendo por comunas de nuestra capital, de mayores ingresos, razón por la cual se recogieron algunas señales halagüeñas en términos de su propagación, habida consideración de que en estas comunas las condiciones económicas permitían a sus habitantes, entre otros aspectos, confinarse en forma adecuada. En esos momentos ya se comentaba que los efectos del virus iban a ser muy distintos en cuando éste se desplazará a la zona occidente de la capital, cosa que así sucedió en semanas posteriores.

Esta pandemia nos ha obligado a cambiar nuestra forma de vida, qué duda cabe. Nos ha obligado a confinarnos y por sobre todo a cambiar nuestros hábitos, principalmente respecto a cómo nos relacionamos con nuestro entorno.

Por lo pronto, en lo laboral y debido a este confinamiento nos vimos en la obligación de “trabajar desde nuestras casas”. Esto nos obligó a adentrarnos en variados aspectos tecnológicos, tales como operar plataformas de comunicación en forma integral, por ejemplo. Además de conocer una serie de términos que han ido enriqueciendo nuestro vocabulario. Primero fue la palabra “epidemia”, hasta que la OMS la elevó al rango de “pandemia”. Luego otros términos tales como “respiradores o ventiladores mecánicos”, “paciente intubado”; “agentes o vectores de contagio”; “super-transmisores o super-contagiantes”; “carga infectante” y otros tales como “tasa de letalidad y tasa de mortalidad”, de las cuales yo creía que era lo mismo, pero me enteré que son conceptos diferentes.

También hemos sido inundados por otro vocabulario, proveniente de la invención popular, tales como “covi-precios”; “covi-ofertas”; “covi-chef”; “covi-fake news”; “covi-estafa” y así, la lista es interminable.

Y por otra parte, nos vimos obligados a saber adecuar nuestros tiempos laborales dentro de un ambiente hogareño, cosa nada fácil, cuando siempre estuvimos acostumbrados a separar lo laboral de lo familiar. Y nos percatamos que “trabajar desde la casa” no es fácil, implica un esfuerzo adicional y logramos constatar que la carga laboral se incrementa en un porcentaje significativo.

Ahora, ¿es una mala opción trabajar desde la casa? Yo creo que no. Definitivamente el teletrabajo llegó para quedarse. Las empresas deberán definir qué labores necesariamente deben realizarse al interior de la empresa y qué otras pueden realizarse fuera de ella, sin que esto comprometa en forma alguna el desarrollo y los resultados planificados.

Estas decisiones traen beneficios a todas las partes, tales como reducir los costos de transporte, de seguridad por los desplazamientos, de gastos en combustibles, de contaminación, etc.

Por otra parte, si hay algo que se ha vuelto habitual en la actual pandemia (definida así por la OMS) ha sido la forma en que nos hemos visto obligados por las circunstancias en el tomar contacto, bajo la premisa de guardar una “distancia social”, término poco adecuado desde mi punto de vista, dado que la tecnología nos ha permitido mantener en cierta forma el contacto social, siendo por lo tanto y, siempre a juicio personal, emplear el término de “contacto físico” es lo que corresponde realmente a lo que estamos obligados a mantener.

Esta obligatoria y necesaria “actitud frente a nuestros semejantes”, sin lugar a dudas que llegó para quedarse, a lo menos mientras esperamos expectantes la salida al mercado de las diversas vacunas que ya actualmente se prueban en distintos países. Recordemos que en Chile se prueban y probarán en la llamada etapa 3, las vacunas de Sinovac Biotech (China); Janssen (USA); Cansino (China) y Astrazeneca (Oxford).

En este contexto de pandemia, las tecnologías sin contacto están facilitando la prevención a los riesgos de contagio. Notables avances se han desarrollado, por ejemplo, en áreas de aplicaciones, voz y reconocimiento facial, lo cual permitirá asegurar la eficiencia y la seguridad en todo lo referido a transacciones bancarias, comerciales e incluso, a nivel de consumos en restoranes y similares, en donde el cliente, por ejemplo, ya no tiene a mano “la carta” para realizar su pedido, sino que puede hacerlo a través de una aplicación vía celular.

Otras de las soluciones a las cuales nos tendremos que acostumbrar, para efectos de minimizar el contacto físico, son las denominadas interfaces de voz. Ya actualmente en nuestro país se están utilizando en diversos rubros, pero son los países más avanzados los que llevan la delantera en esto. Por ejemplo, en USA las compras por voz sobrepasarían los US 40.000.000 para el año 2022 y duplicándose para el 2023.

Estas cifras nos dan una idea de la importancia en el corto plazo del uso de estas herramientas tecnológicas, las cuales aumentan la capacidad de comunicación digital, desde el texto a la conversación.

La evolución en el área de la biometría de voz ya permite identificar a una persona y por ende verificar su identidad, sea por su forma de hablar, su tono de voz y, sin lugar a dudas que en el corto plazo iremos constatando cómo esta tecnología se incorporará a nuestra habitualidad.

Esta pandemia también ha permitido mejorar la tecnología de reconocimiento facial, y todo a través del celular, nos permitirá en un futuro muy cercano no sólo comprar y consumir, sino que además operar con instituciones financieras e incluso hasta para poder acceder a medios de transporte y además el poder retirar efectivos de cajeros automáticos sin necesidad de tener que operar manualmente el equipo.

En fin, esta pandemia ha traído a nuestras vidas no sólo aspectos negativos, también cosas positivas, como el gran salto tecnológico que nos veremos enfrentados en el muy corto plazo con la nueva tecnología de operar sin contacto (OPC, Operate Without Contact).

El mundo ha cambiado y nos tendremos que acostumbrar “y acomodar” a ello y este es el gran desafío común entre los trabajadores y las empresas.