En Chile, para la temporada 2014-2015 se contabilizaron 4.333 incendios forestales, los cuales consumieron cerca de 93.000 hectáreas de bosques y pastizales. Para el 2015-2016, se registraron 6.704 incendios forestales, afectando a 40.845 hectáreas de vegetación, un área 68% menor en comparación con la temporada anterior.

Sin embargo, la baja en estos números solo reflejan que en la temporada 2014-2015, en la Región de Magallanes, los incendios forestales aumentaron en un 280%. Grandes extensiones arrasadas por el fuego, en una región caracterizada por el frío y la lluvia.

De paso debemos recordar que el 20 de marzo del 2015 fue el día más caluroso registrado en ese mes para los últimos 116 años.

En general, en algunas regiones de nuestro país, los eventos extremos en temperatura son cada vez más recurrentes, olas de calor, luego heladas, inundaciones luego de largas sequías. A inicios del 2016, ya se registró una ola de calor en el sur de Chile.

Nuevamente, hoy enfrentamos una ola de calor, ya con 55 incendios forestales, 2.115 hectáreas afectadas y una alerta temprana para todo el centro-sur de Chile.

¿Son estas las primeras señales de las proyecciones del cambio climático? No lo sabemos, pero si lo fueran representan en forma vivida lo esperado para nuestro país: importantes pérdidas de nuestro capital natural y un impacto sobre la estabilidad socio-económica de sectores que dependen de la calidad de nuestro clima y ambiente, los cuales se retroalimentan estrechamente.

Varias veces se ha repetido: debemos enfrentar las proyecciones climáticas generando estrategias de adaptación ante estos eventos extremos. Mientras más tiempo nos tomemos en implementar estas opciones mayores serán las perdidas de nuestro capital natural.

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