El océano es un hábitat fastuoso en diversidad, sostiene entre un 50-80% de las formas de vida del planeta. Se conocen cerca de 1,5 millones de especies marinas, pero las estimaciones podrían quedarse cortas ya que se sugiere que el océano podría contener hasta 50 o más millones de especies, algunas de las cuales simplemente no las conocemos y otras están mal catalogadas. Poco más de 236 mil especies han sido estudiadas y recibido su correspondiente nombre específico. Muchas de estas especies habitan el fondo marino de la zona costera o hábitat bentónico, el cual representa sólo el 11% del océano y apenas el 4% del área total terrestre, pero desde ahí se extrae cerca del 90% de la biomasa pesquera y es donde se concentra más de un 1/3 de la población humana.

Esta estructura, funcionamiento y diversidad del océano provee enormes beneficios a las sociedades humanas, los cuales denominamos “servicios ecosistémicos” y representan, por ejemplo, la provisión de bienes (desembarques de pesquerías, materias primas, agua), servicios (recreación, turismo, trasporte, secuestro de carbono) y cultura (un legado para las futuras generaciones, plenitud espiritual y significancia religiosa). Este 8 de junio estamos llamados a celebrar, nuevamente, los beneficios que nos entrega el océano, ya que en muchos casos representa un sustento crítico para gran parte de la población mundial. Estos servicios nos imponen la urgente necesidad de preservar la estructura y funcionamiento del océano, su salud, ya que es ahí donde radica toda su belleza, diversidad, potencial evolutivo y sostenibilidad de los ecosistemas marinos. La historia humana no conoce una forma de organización social cuyo sustento no esté ligada a la salud del océano y a la provisión generosa del sustento. La estructura y función de los océanos durante los últimos 13 mil años es lo que ha permitido un modelo de desarrollo basado en la extracción de sus recursos. Sin embargo, hemos llegado al punto donde debemos comprender que, en esta pérdida de la salud del océano, está en juego la mantención de la provisión y sostenibilidad de los beneficios que recibimos, y que la perpetuación de un modelo extractivista lleva inevitablemente a la pérdida de los valores económicos que han podido crearse. Algo como comerse al marisco de los huevos de oro.

Los ecosistemas costeros de Chile están entre los más productivos del planeta. La alta producción de microalgas, son consumidas por el plancton, el cual por relaciones tróficas sostienen grandes poblaciones de peces como el jurel, tiburones y grupos como aves y ballenas. Sin embargo, toda esta estructura y función ecosistémica, que hace apenas unas décadas sostuvo grandes pesquerías y desarrollo costero, hoy ha sido desafiada por la extracción y sobreexplotación. A estos desafíos debemos agregarle el efecto sinérgico del impacto del cambio climático y las formas en que se expresa en nuestras costas: acidificación progresiva, ascenso del nivel del mar, aumento de ocurrencia de eventos extremos, perdida de hábitat natural y diversidad debido a desarrollo urbano costero. Lo anterior representa un cuadro bastante oscuro para nuestro desarrollo y sostenibilidad basada en los servicios ecosistémicos marinos. Pero, podemos confiar en la resiliencia del océano, en su capacidad de restauración, y el potencial evolutivo de su biodiversidad. Debemos confiar en las soluciones que la naturaleza ha diseñado en los 3,8 millones de años de evolución biológica. Sin embargo, esto no va a ocurrir espontáneamente, las sociedades humanas debemos garantizar y fortalecer las oportunidades para que el océano despliegue todo su potencial de restauración. Debemos bajar la presión sobre sus poblaciones, dejar de usarlo como un vertedero, debemos dejar atrás el modelo extractivista y cambiar la forma en que nos relacionamos con la naturaleza para dar paso hacia y un modelo virtuoso de sostenibilidad basado en principios sociales y ecológicos.

Estamos viviendo tiempos interesantes. Tenemos LA oportunidad para que hoy y en el futuro, ustedes, sus hijos y sus nietos celebren la belleza y sustento que nos seguirá entregando el océano. El océano y la biodiversidad no nos fallarán. Pero, tampoco debemos fallarle nosotros.