No hay mejor virtud que aquella que hace regalos…

Ya lo decía Nietzsche: no hay mejor virtud que aquella que hace regalos.

La máxima del filósofo alemán podría servir como sustento para una fraterna interpelación al conjunto de la comunidad política, que tiene como desafío el concluir un proceso de construcción del pacto político que nos guiará en el futuro. Al parecer no hay dudas, salvo algunas excepciones, en el conjunto de las fuerzas políticas con representación en el congreso nacional, de la necesaria labor de creación de esas normas que delineen el poder estatal y doten de un conjunto de derechos  sociales que posibiliten el adecuado desenvolvimiento de las actuales y futuras generaciones, en torno al respeto irrestricto de los derechos humanos, en un espacio que permita el desarrollo sustentable y la participación de la comunidad en las actividades socioeconómicas y culturales, con un Estado que vuelque sus energías en torno al aporte en  la satisfacción de las necesidades colectivas y la regulación de  las actividades que son  esenciales al desarrollo de nuestra comunidad.

Es absolutamente necesario y al parecer no está en duda, concluir este proceso constitucional. Lo ideal es que sea pronto y se avance con energía cuidando que el principio democrático se plasme en el desarrollo normativo y se genere un adecuado espacio de interlocución democrático, en el que converjan las personas por medio de representantes que confieran al proceso de construcción de la norma fundamental, la necesaria legitimidad democrática sea cual fuere el nombre de ese órgano en el que se centrará el debate constitucional.

De otra parte, es relevante que, en este espacio de desarrollo de la normatividad esencial y principal del Estado, se hagan presentes los apoyos técnicos e intelectuales a los fines de colaborar en la elaboración de las normas. En ese escenario que el mundo académico representado por las universidades públicas y privadas, centros de estudio y pensamiento puedan colaborar con sus aportes científicos a la definición de la propuesta de constitución, desde todas las regiones de nuestro País, resulta ser una interesante posibilidad de colaboración virtuosa.

Empero la cuestión principal y esencial de hoy es que nos hagamos ese regalo, al decir de Nietzsche, que los protagonistas de la actividad política expresen su virtuosidad y dejen de lado, en serio, las miradas partisanas y las ganancias coyunturales y mezquinas. La patria requiere de esfuerzos sinceros y serios, que abran caminos y pavimenten acuerdos duraderos. Los y las protagonistas de la política deben poner en acto hoy, no mañana, alguna de las denominadas habilidades blandas, que tanta falta hacen en el escenario actual, como la escucha consiente, la empatía, el respeto por el otro (a) en miras de la cimentación de un acuerdo que, de estabilidad, y haga posible la edificación de una comunidad con más oportunidades y justicia social, que sea capaz de no temerle al futuro.