Es el momento de una política fiscal más expansiva

El Ministro de Hacienda, Ignacio Briones, acaba de bajar la proyección de crecimiento económico para 2019 a aproximadamente 2%. Y tiene buenas razones para hacerlo. Es muy probable que tengamos crecimientos anuales negativos del IMACEC en octubre y noviembre y, dada la exigente base de comparación del último trimestre del año 2018, es igualmente probable que tengamos un crecimiento anual negativo en el cuarto trimestre de este año. Tampoco es descartable que entremos en recesión técnica, al encadenarse dos trimestres consecutivos de crecimiento negativo. Pero creo que no necesariamente esto quiere decir que tendremos un crecimiento muy por debajo del crecimiento tendencial de la economía chilena para 2020, como también acaba de proyectar el Ministro al bajar la anterior proyección de 3,3% a 2,3%.

En este último cálculo, creo que ha primado nuestra tradicional ortodoxia neoclásica, que es muy importante para entender el crecimiento de largo plazo, que depende de la acumulación de factores de producción y la productividad de estos factores, pero nos lleva a olvidar que en el corto plazo, cuando hay holguras de capacidad, lo que determina el crecimiento económico es la demanda agregada.

Para entender esto es bueno recordar lo que ocurrió luego del terremoto del año 2010, en que la destrucción del stock de capital fue mucho mayor a la provocada por los desmanes de las últimas semanas. En ese tiempo, hubo mucha preocupación por el efecto que podría tener en el crecimiento de largo plazo esta pérdida de capital. Sin embargo, la economía se recupero con mucha fuerza y el crecimiento de 2010 y 2011 fue robusto y con baja inflación. Es cierto que los precios del cobre nos ayudaron mucho, pero pienso que la clave fueron las políticas macroeconómicas expansivas en un contexto de holguras de capacidad luego de la crisis financiera internacional.

Esta combinación de políticas es la que precisamente podemos tener ahora, y creo que sería un error no entenderlo, ya que nuevamente nuestra habitual ortodoxia puede impedir que acompañemos la ya expansiva política monetaria con una política fiscal igualmente expansiva.

En cuanto al financiamiento de esta expansión, pienso que tiene que ser con una combinación de deuda y uso de los fondos soberanos. Las condiciones financieras internacionales son especialmente favorables para la opción de la deuda, pero el mercado no ha tendido a ver a nuestro país en términos patrimoniales -activos menos pasivos- en los últimos años, y podría castigar las emisiones.

Con esta estrategia, estimo que podríamos crecer en torno al crecimiento de largo plazo en 2020 y por arriba de este en 2021. Por otro lado, este mayor crecimiento debiera contrarrestar el efecto del mayor gasto social en el déficit fiscal. Pero, por supuesto, no podemos pensar que podemos mantener esta estrategia indefinidamente. Es fundamental una reforma tributaria que aporte los recursos permanentes para restituir el balance estructural en el mediano plazo y, lo más importante, hacer sostenible un crecimiento con mayor igualdad.