La película “Los dos papas” ha generado mucha expectativa y diferentes opiniones entre los espectadores. Es un logro que un tema de interés religioso se posicione entre el gran público, en concreto de Netflix. La cinta muestra dos personas importantes en la Iglesia, y lo que podría ser su relación, lo que considero, sin duda alguna, valioso. Sin embargo, hay aspectos que llaman la atención y hasta incluso, llegan a incomodar

Al inicio de la película el director señala que está basada en hechos reales, lo que podría dar a entender que lo que muestra es verdadero, sin embargo, hay que entender lo que significa eso de “basada en hechos reales”: hay, en efecto, algunos datos reales, pero no todos. En la película se da una recreación de la historia y de los personajes que lleva el sello del director y de los actores. Esto me lleva a afirmar que la forma de presentar algunos temas o, incluso de mostrar las personalidades, no le hace justicia a las personas reales. En este último punto me refiero especialmente en cómo presenta a Joseph Ratzinger, Benedicto XVI.

Debo decir que algo le conozco, le he saludado en persona, he leído sus libros, sus entrevistas y además he escuchado testimonios de primera mano de personas que han trabajado o convivido con él. Y de todo eso puedo afirmar que es una persona ponderada, muy discreta, nunca busca llamar la atención, además muy acogedora, generador de vínculos, que le gusta el trabajo en equipo y valora a cada persona por lo que puede aportar; que no reacciona con rabia ante una opinión contraria, más bien, destaca por su sentido del diálogo y de apertura ante personas con posturas distintas a la suya. Esto lo saben cuántos conocen su trayectoria intelectual.

Hay otro tema muy delicado que la cinta no aborda como fue en realidad: tiene que ver con su renuncia. No quiero dejar de aludir al uso indebido de la confesión sacramental, de la que se sirve la película para desvelarlo, pues es un acto muy personal y de conciencia. Pues bien, pareciera que Ratzinger se acusa de haber ocultado los abusos por parte de un sacerdote muy conocido y que eso le llevaría a la renuncia. La realidad, en cambio, es muy distinta: desde la Congregación para la Doctrina de la Fe pidió que investigara esta acusación que duró años, y que concluyó en la condena del sacerdote y de su retiro. Ratzinger nunca dio un paso atrás ni ocultó la información debajo de la alfombra. Es más, cuando se destapó el caso de los abusos en Irlanda siendo papa, en seguida lo transparentó con los obispos y les envió una carta muy clara y directa exigiendo abordarlo, imponer los castigos necesarios y atender a las víctimas; incluso acudir a la justicia civil donde fuera necesario.

¿La causa real de su renuncia? Fíjense que tres años antes de su renuncia, en el 2010, en entrevista con el periodista alemán Peter Seewald señaló que la renuncia para un papa es una opción cuando este ya no puede asumir la tarea encomendada. Pero nunca debe servir para huir de un problema, que debe ser afrontado. El periodista, extrañado, le preguntó directamente si podría venir una renuncia y Ratzinger respondió que esa era una opción. Esto lo dijo tres años antes, por lo tanto, fue una decisión muy meditada que tomó desde la responsabilidad hacia la misión que Dios le encomendó. Dejó que otro con más fuerzas asumiera ese cargo. Y sólo el Espíritu Santo sabía quién sería su sucesor.

No es real, para terminar, que los dos papas se enfrenten en la realidad, como pone de manifiesto la película, cierto que tienen estilos diferentes, obviamente, pero existe una continuidad preciosa entre ellos porque saben que lo que tienen entre manos no es cosa suya, ni de sus personalidades particulares, sino de Otro.

 

Foto: Netflix