Llega la esperanza, el amor y la fraternidad
Estamos seguros de que estos días son muy intensos, pero el misterio de la Navidad integra la condición humana y, especialmente, su fragilidad y pobreza; la Encarnación de Dios nos envuelve y abraza en nuestra humanidad.
El nacimiento de Jesús, tan humilde y al mismo tiempo cercano y profundo, nos invade por dentro; la mente y el corazón quedan prendidos por el Amor de un Dios que se abaja para mirarnos y querernos desde nuestra propia realidad: «La Palabra se hizo carne y habito entre nosotros» (Jn 1,14), una experiencia de fe que nos bendice sobremanera.
Sin embargo, en medio de nuestras sociedades cada vez más secularizadas, se hace urgente volver a recordar el significado de esta fiesta y hacer el esfuerzo de vivirla con la profundidad que ella merece. No es una tarea fácil porque el clima de fiesta que acompaña estos días no distingue mucho entre una tradición cultural y una religiosa. No quiere decir que han de oponerse, sino que muchos viven la navidad porque la sociedad de consumo la utiliza para promocionar sus ventas, pero no entienden prácticamente nada de lo que significa.
Diciembre es un mes lleno de esperanza, alegría, fiesta, familia, novedad. A nivel social se celebra el fin de año con todo lo que esto trae de celebración, de terminar tareas y de esperar nuevos proyectos para el año que viene. A nivel religioso, para los que somos cristianos, se suma el acontecimiento que cambió la historia hace XXI siglos: la encarnación del Hijo de Dios y con ello, la posibilidad de conocer a Dios a través de Jesús, de comprender lo que quiere sobre la humanidad, de experimentar que Dios no está lejos, sino que vive en medio de nosotros, porque Él es el Emanuel: “Dios con nosotros” (Mt 1, 23).
Navidad es el compromiso de hacer posible un mundo donde “amor y verdad se han dado cita, justicia y paz se abrazan”.
Hugo Fernández Ibaceta Director de Formación e Identidad Santo Tomás Sede Iquique