En los tiempos que vivimos una crítica constante hacia las generaciones más jóvenes es que no leen y que pasan gran cantidad de tiempo concentrados en aparatos tecnológicos. En estas líneas no haré una demonización de las plataformas, sino que buscaré centrar la conversación en lo valioso de la lectura como puerta de entrada en mundos maravillosos, gratificantes y llenos de posibilidades.

Muchos autores – de la más variada gama del mundo del conocimiento – han puesto énfasis en lo significativo de la lectura. Recordar a Francis Bacon quien indicó que: “La lectura hace al hombre completo: la conversación, ágil y el escribir, preciso”, hasta Álvaro Vargas Llosa quien señaló: “Mi salvación fue leer, leer los buenos libros, refugiarme en esos mundos donde vivir era exaltante, intenso, una aventura tras otra, donde podía sentirme libre y volvía a ser feliz”. Argumentos sobre el valor de la lectura existen desde hace demasiado tiempo y muchos y muchas hemos disfrutado horas sumidos en espacios extraños, amorosos, de temor e intriga y llenando nuestra vida de historias inolvidables.

En varias ocasiones ha sido de discusión pública el conocer cual o cuales son los mejores libros de la historia. Probablemente, esos seleccionados no concuerdan con nuestras propias apreciaciones. Desde esta vereda, recuerdo con cariño – y no necesariamente están los rankings – el libro Mujercitas, que leí incansablemente en varias ocasiones. Tras ello, A Sangre Fría y Cien Años de Soledad, los devoré en mi juventud. Más adelante, en tardes de playa y niños pequeños, la trilogía Millenuim llenó de misterio mis días. Hace poco, quitando tiempo al trabajo, pude disfrutar de la historia de Dos Amigas de Elena Ferrante. Cada cual tendrá sus propios favoritos e inolvidables.

Sin embargo, más allá de loa anecdótico, múltiples investigaciones dan cuenta del valor positivo de la lectura en el organismo. Tal como publica New York Times, las redes cerebrales se potencian al entender las historias que los libros traen. Agrega, también, “Los individuos que leen ficción a menudo parecen mejores a la hora de entender a otra gente, empatizar con ellos y ver el mundo desde su perspectiva”. Es decir, la lectura apoya actitudes más empáticas.

Por otra parte, está el concepto de gimnasia cerebral, que incluye todas aquellas actividades mentales estimulantes, como el ajedrez, crucigramas o lectura, que ayudan a que la mente viva con mayor sanidad el paso de los años. Una investigación – guiada por Natalie Philips – que estudió resonancias magnéticas a personas leyendo arrojó que: “Prestar atención a textos literarios requiere la coordinación de múltiples funciones cognitivas complejas”. Para apoyar lo anterior, comenzar a leer desde niños (y hacerlo mucho) ayuda a desarrollar la comprensión lectora, a ampliar el vocabulario y está relacionado con un mayor conocimiento tanto académico como práctico en los siguientes años, según varios estudios de Anne E. Cunningham de la Universidad de Berkeley y Keith Stanovich de la Universidad de Toronto.

Finalmente, esta evidencia científica otorga bases racionales para respaldar el valor de la lectura en el desarrollo de las personas. Mas allá de aquello, solo como recomendaciones, leer libros que a uno le gusten siempre será más atractivo, más allá de si son o no éxitos literarios; no obligarnos a leer si éstos nos aburren y aceptar que los jóvenes pueden ojear en dispositivos electrónicos o disfrutar de temas que son de su preferencia. No todos pueden sentir satisfacción con el fantástico Don Quijote de la Mancha, sino que leer comics puede ser una forma hermosa de introducir al mundo de los libros.