La fraternidad, virtud esencial para una mejor convivencia escolar
Y si nos pusiéramos de acuerdo en construir una comunidad de personas que se reconocieran como integrantes de un proyecto identitario inclusivo, en que la relación fuera de colaboración, de aceptación de las complejidades de cada uno de sus miembros, que estuviera siempre presente la virtud de la fraternidad más pura, en la vida cotidiana, en la familia, relaciones laborales, en el ámbito de la escuela, por ejemplo, y así crear un sustrato socioemocional amigable, creativo y humanizante que permita un despliegue existencial, a escala humana y comunitaria.
Esa virtud que hace posible surgir espacios de encuentro respetuosos de las diversidades, ya no solamente las de género, de origen social, racial, religioso entre otras. Sino también, aquellas que se centran en la particularidad de cada uno de nosotros, esas singularidades emocionales, que hacen que un niño o niña, sea más o menos sociable, retraído, o en exceso energético, características que pueden gatillar conductas poco fraternas de sus pares y ciertamente de quienes están a cargo de su cuidado.
Entonces, el desafío que tenemos entre manos, para los espacios educativos, es el de instalar culturalmente el camino del amor, ese amor que todos podemos expresar y manifestar a quienes nos circundan más cercanamente, pretender relaciones basadas en la fraternidad resulta ser un llamado a la esperanza en estos momentos complejos, teñidos por el manto del individualismo perverso. Incorporar en los adultos la fraternidad como un hábito bueno, seguro que se convertirá en un vigorizante existencial, beneficiosas e insospechadas consecuencias pueden resultar de ese ejercicio comunitario de ser fraterno en el trato y en la formación de nuestras niñas y niños.
La fraternidad cultivada desde las primeras experiencias sociales fuera de la familia, la escuela, son significativas para quien está en proceso de construcción de su basamento axiológico y relacional, el orientar las energías hacia la incorporación sistemática de conductas virtuosas, como son el cultivo de la fraternidad, aseguran espacios amables, hermanables y seguros, en los que cada niño y niña se reconocen como iguales en colaboración y no en competencia, evitando de esa manera que surjan conductas dañosas, que depriman su desenvolvimiento feliz y significante. Revalorizar el trato fraternal es una buena práctica en estos aciagos momentos.