Frío, alimentación y ejercicio físico
En estos días de abril se dio inicio al otoño; menos horas de luz natural, las temperaturas comienzan a descender, y algunos de nuestros hábitos se modifican, como una menor cantidad de actividad física y una alimentación más calórica para hacer frente a las bajas temperaturas. Esta última podría verse afectada a los mecanismos termorreguladores; el organismo buscará nivelar la temperatura corporal mediante una alimentación más cálida.
En esta línea, alimentos con alto contenido calórico requieren mayor flujo sanguíneo hacia el tracto gastrointestinal, generando una sensación de calor transitoria. Posteriormente volverá la sensación de frío debido a la redistribución sanguínea requerida por la digestión.
En otras palabras, es un mito creer que comiendo más alimentos calóricos obtenemos una mayor temperatura. Además de factores térmicos, existen otras variables que influyen en la ingesta como la edad, sexo, nivel de actividad física, por mencionar algunos, siendo este último uno de los factores que pudiésemos modificar vinculado al mayor gasto energético.
La realización de ejercicio físico programado de forma regular contribuye en el balance energético, al igual que aumentar el gasto energético mediante actividad física no programada, conocida como NEAT (por ejemplo, incrementando la cantidad de pasos diarios, utilización de escaleras, movilizándonos en bicicleta, etc.).
De acuerdo con lo anterior, incorporar más actividad física en nuestro día a día, proporciona un mayor gasto energético y a su vez, se incrementa la temperatura corporal en momentos que la temperatura disminuye.