EL VALOR DE CONVERSAR CON UNO MISMO

La vida actual está colmada de información por las más diversas vías. Medios de comunicación todos los días entregando detalles del acontecer local y mundial. Las calles atestadas de publicidad y marketing que invitan a consumir. Correos electrónicos que se suman con indicaciones de trabajo y reuniones virtuales en cualquier momento. Ruido exterior cada vez más abrumador. Las redes sociales inclementes e incesantes. El teléfono y sus mensajes que no conoce horas ni descanso. El mundo gira y gira, dice el magnífico Fito Páez. Entonces, queda preguntarse en qué momento uno logra conectarse con uno mismo. Da la sensación que no hay espacio para ello.

En un curso reciente donde nos enfatizaron la importancia innegable de la comunicación y donde nos recuerdan o valioso que es hablar con otros/as en conversaciones que aporten en empatía, asertividad y comprensión, tarea tanto vital como compleja. Es así como, me pregunto ¿Qué valor le entregamos a esas conversaciones internas? Para quienes trabajamos estas temáticas, nos referimos a la comunicación intrapersonal. Ese momento único en el cual nos conectamos solo con nosotros.

La mente humana – de acuerdo a las investigaciones científicas – concentra 6 mil pensamientos en promedio cada día y éstos mayoritariamente son negativos, repetitivos y sobre el pasado. No nos damos cuenta, solo suceden. Los especialistas llegan a estas cifras ya que estudian los denominados “gusanos del pensamiento”, que determinan cuando un pensamiento inicia y finaliza.

Ante esta cantidad tan importante de ideas diarias en nuestras mentes, la interrogante que surge es ¿en qué los usamos? La respuesta de la ciencia es: hogar, gastos, transporte, hijos, parejas y alimentación. Es probable que en torbellino de tareas y responsabilidades no demos tiempo para desarrollar la comunicación interna. Este proceso innato tiene, como sus características, ser inevitable, no se puede elegir y es la única con perspectiva individual. El emisor – uno mismo – es al mismo tiempo el receptor del mensaje.

¿Qué podemos lograr al hablar con nosotros mismo? Una variedad de posibilidades se abren: evaluar nuestro comportamiento, analizar escenarios, verificar actitudes éticas, reflexiones varias, darnos ánimo para afrontar los tiempos difíciles, criticarnos duramente o entregarnos calma, las menos de las veces. Como indican los investigadores, usamos mucho espacio para pensamientos negativos y muy poco para llenarnos de amabilidad.

Un aspecto interesante de este tipo de comunicación es que actúa como filtro, es decir, permite moderar algunas acciones que de lo contrario serían muy agresivas. A modo de ejemplo, uno puede recibir un comentario ofensivo y sentirse herido, sin embargo, al mismo tiempo se puede razonar internamente que aquella persona no quiso ofenderlo, resolviendo la situación pacíficamente.

Para finalizar, conocer un poco más acerca de la comunicación intrapersonal nos entrega la oportunidad de poder evaluar qué tanto espacio damos, en nuestra vida, a las conversaciones internas. Tras ello, planificar cambios en las rutinas o pequeñas modificaciones que permitan generar espacios de reflexión y análisis personal. Resulta reconfortante, al finalizar el día, descubrir que hablar con uno mismo es una acción necesaria. Mas aún si se usan esos momentos para retroalimentarnos con los aciertos y regalarnos amabilidad. Nada puede sustituir lo benéfico que puede ser empezar el descanso nocturno con pensamientos amorosos y dejar para el día, aquello que nos perturba. Está en cada uno mejorar su propia vida a través de pequeños y significativos actos.