Educación Técnico Profesional: capital humano para el desarrollo
En los últimos años hemos sido espectadores y también protagonistas de una dificultad excesiva para implementar medidas que apunten a la descentralización de nuestro país. Las regiones hemos sufrido con el precario avance de esta materia, a pesar de las promesas de nuestros legisladores y gobernantes. Independiente del color político que representen, las fórmulas propuestas son poco efectivas o no logran concretarse.
Uno de los enfoques que no se aborda con el énfasis necesario y que las naciones descentralizadas han incorporado como un eje estratégico, corresponde a la inversión que han realizado estos territorios en educación, y cómo han logrado vincularla con las infraestructuras productivas. Estos países se encuentra invirtiendo decididamente en educación superior técnico profesional.
La rápida obsolescencia de los conocimientos, en particular de la tecnología en estas últimas décadas, y las transformaciones impulsadas por la globalización obligan a considerar a las carreras técnico-profesionales como un elemento de primera necesidad. Si queremos insertarnos como un país competitivo en el escenario internacional, es necesario garantizar una base laboral calificada, confiable y productiva dando pruebas de una especialización de sus trabajadores. También mantener una preocupación por las actitudes y conductas de las personas que son contratadas como trabajadores, valorando esta característica de un modo similar a sus capacidades técnicas de base, las cuales deberán ser renovadas continuamente.
Generalmente se piensa, erróneamente, que quienes acceden a la Educación Superior Técnico-Profesional, lo hacen como una alternativa ante la imposibilidad de ingresar a una universidad tradicional o privada. Hoy en día ese paradigma está cambiando, muchos jóvenes y adultos encuentran en las instituciones y carreras técnicas respuestas a una fuerte vocación que aún las universidades no han podido incorporar en sus, generalmente, rígidas estructuras curriculares o a una formación con un alto componente práctico, que permite un acercamiento inmediato a las realidades laborales.
Por otro lado, la conocida pirámide invertida que da cuenta de cinco o siete profesionales por cada técnico que existe en nuestro país y que es aún más desigual en regiones, hace eco de una necesidad país ampliamente insatisfecha. La experiencia indica que en la medida que se incorporan técnicos calificados a las organizaciones, la productividad y eficiencia mejora, así ha quedado demostrado en sectores como la salud, minería, agroindustria, salmonicultura, entre otros. Los cuales, por cierto, son rubros que permiten distribuir valor compartido en las regiones en que operan.
Para que esta plataforma crezca deben superarse algunas falencias, tales como los diferenciales de remuneraciones que ofrecen las empresas de regiones a este tipo de titulados en comparación con la Región Metropolitana, aumentar las posibilidades de financiamiento y becas con que cuentan los estudiantes en este nivel fuera de Santiago, mejorar la potencialidad de articular y continuar estudios, y mejorar la calidad de la docencia impartida en algunos de los institutos profesionales y centros de formación técnica.