Diversas lecturas ante el 18-O
La conmemoración de un año de los sucesos ocurridos el 18 de octubre es una ocasión propicia para preguntarse qué pasó. No me refiero a repetir consignas que han servido como etiquetas para describir lo acontecido: “estallido social” o “el despertar de Chile”, ya que por su misma simplicidad ellas explican tanto como encubren. Tampoco, a recordar los hechos desde nuestras propias vivencias, pues lo que para algunos fue tiempo de desorden y violencia aterradora, para otros fue de rebeldía y expresión liberadora. Se trata, en cambio, de darse la oportunidad de pensar lo que nos sucedió como país.
Me parece que ésta es una tarea ineludible en la que estamos comprometidos todos. Al menos en esta tarea no estamos solos. Pues, aunque parezca sorprendente, disponemos ya de una abundante literatura que en estos 12 meses se ha dedicado a analizar el 18-O. Al menos una veintena de libros. Ellos nos permiten avanzar en un doble movimiento: profundizar en lo que ya sabíamos, y relativizar lo que creíamos.
Si para uno el “estallido antisocial” fue parte de un movimiento concertado de la izquierda bolivariana, se sentirá cómodo con Nuestro Octubre Rojo (El Libero, 2020) de Magdalena Merbilháa y Cristián León. Aquí aparece ese viernes de octubre en su dimensión más obscura y caótica: “118 estaciones de metro dañadas, 25 estaciones incendiadas, 7 completamente destruidas”, provocados por grupos anarquistas y marxistas que buscaron socavar el modelo económico y político más exitoso de los últimos 30 años. Pero una vez leído este texto probablemente el lector se preguntará por qué esta ola de protestas y saqueos en vez de causar el más absoluto rechazo también fue acompañado por una masiva adhesión de chilenos indignados que salieron a las calles a marchar y a golpear sus cacerolas. En ese instante puede resultarle interesante Big Bang (Catalonia, 2010) de Alberto Mayol; para este mediático sociólogo los hechos de octubre sólo se pueden entender como el derrumbe definitivo de un engaño: el éxito del neoliberalismo. Ni jaguares, ni OCDE, ni oasis… Los primeros crujidos de las fallas estructurales se habían producido en distintos campos durante las últimas décadas: en el ámbito educacional con la revolución pingüina y el no + lucro, en el ámbito previsional con la crisis del modelo de pensiones y el no + AFP, en el ámbito del sistema de concesiones con el No+Tag, movimientos ante los cuales las elites prefirieron seguir cegados por las macro estadísticas.
Al público insatisfecho por estas dos visiones contrapuestas, que se pregunta por qué el estallido se dio en medio de un gobierno de derecha que había sido elegido recientemente en forma democrática, le recomiendo el libro de Eugenio Tironi, El Desborde (Planeta, 2020). Para el sociólogo concertacionista mucho del problema radica en el modo con que Piñera enfrentó los acontecimientos. “Lo que detonó el 18-O no fueron entonces los treinta pesos, ni los treinta años; fue una reacción defensiva de una madurez y dignidad que se sintieron menoscabadas […] la ciudadanía “se compró” las promesas de Piñera en la pasada campaña presidencial de 2017, pero al verlo gobernar rodeado casi del mismo equipo de antes, se le hizo intolerable.”
A quienes todo lo anterior le parezca demasiado chauvinista, pues lo que ha sucedido en Chile no es ni lejos original, sino parte de un fenómeno global, le conviene leer el libro de Carlos Peña, Pensar el Malestar (Tauris, 2020). Para el rector columnista lo que sucedió en octubre se puede explicar bastante bien desde la “paradoja del bienestar”. Este es un fenómeno propio de los países que han avanzado con demasiada rapidez hacia el capitalismo: mientras mayor es el desarrollo humano, mayor es la sensación de injusticia. Así, no es el fenómeno de la desigualdad la causa del estallido social, sino el de expectativas no satisfechas, pues ni el consumo ni la meritrocracia cumplieron sus promesas.
Por último, si ninguna de estas lecturas les satisface, probablemente ese sea un buen síntoma. Los hechos complejos no son fáciles de aprehender. Queda el consuelo que existen aún más de una docena de títulos en espera, y que el tiempo y la distancia histórica nos ayudarán.