Camino al desarrollo: ¿Una utopía o tarea posible?

El desarrollo de una sociedad es posible en la medida que todos los actores sociales trabajemos juntos en torno a objetivos comunes, que permitan avanzar en el logro de un mayor bienestar en todas sus dimensiones, sentando las bases para un crecimiento sostenible, que respete nuestro medio ambiente y permita alcanzar una mayor calidad de vida y equidad social para nuestros ciudadanos.

Han sido muchos los países que han intentado avanzar hacia el desarrollo, pero muchos han fracasado en este intento, así lo muestran los autores Acemoglu y Robinson, Profesor de la MIT y Harvard respectivamente, en el libro ¿Por qué fracasan los países?. Su trabajo está basado en un análisis multifactorial realizado en un conjunto de países de diversas áreas geográficas, características sociales y geopolíticas, esbozando la teoría de que la calidad de la institucionalidad (tanto público como privada) y por ende de las políticas públicas, es lo que ha marcado la diferencia para avanzar en un camino decidido hacia el desarrollo económico y social.

La calidad de las políticas públicas, no solo comprende aspectos técnicos, sino también, la pertinencia y oportunidad en que la acción del Estado permite resolver problemáticas de relevancia estratégica para el país.

Hoy nuestra sociedad, demanda y requiere de avances relevantes en diversos campos, no en vano de manera recurrente y sistemática (de forma casi cíclica) la pobreza, los niños y niñas del SENAME, la crisis humana y de hacinamiento carcelario, la educación, la salud, la tercera edad, las minorías, la migración, entre muchos otros elementos, son objeto de noticias que impactan significativamente a nuestra sociedad, generando malestar y heridas profundas que nos interpelan a la acción.

Sin embargo, el escenario social actual es complejo, ya que existe una multiplicidad de factores que dificultan que las políticas públicas puedan contribuir decididamente a intervenir de forma exitosa en los diversos contextos sociales, elementos en el ámbito cultural, económico, político, comunicacional, religioso, étnico, entre muchos otros, tienden muchas veces a atomizar o neutralizar el impacto de las políticas.

En tal sentido, resulta fundamental contar con un proyecto país, que permita un efecto sinérgico entre las diversas políticas que emergen desde el Estado, así como la promoción de un trabajo colaborativo entre actores públicos y privados, la optimización en el uso de los recursos, y la formación de capital humano avanzado, son algunos de los muchos elementos que nos pueden ayudar a avanzar hacia políticas públicas más eficientes y eficaces, que permitan resolver los problemas que nos aquejan como sociedad.

Por otra parte, la implementación de las políticas y su posterior evaluación requiere de profesionales competentes, con una sólida formación en los distintos ámbitos disciplinares vinculados a la intervención social, pero también de personas con valores como la solidaridad, el respeto por la dignidad humana y el amor al próximo, que servirán de motor para generar un aporte relevante en los contextos sociales que se pretende y  requiere cambiar.

El silencio ante las malas políticas públicas o la ausencia de estas, nos transforma en actores pasivos, en un contexto donde en oportunidades la voz y las acciones de grupos minoritarios, parecieran conducir la agenda de algunos actores políticos. De cada uno de nosotros depende que avancemos como país hacia el desarrollo, todos podemos aportar con conocimiento, convicción, valores y acciones concretas, para ser ciudadanos activos y actores relevantes estos procesos dinámicos.