Este año tuvimos un verano largo, desde el punto de vista del clima, y un día más en febrero, pero nada detiene la llegada de marzo, esperada por algunos, temida por muchos.

La mayoría de las personas inicia o reinicia un año laboral o académico y para eso se requiere un proceso de adaptación que permita asumir las rutinas y responsabilidades que diferencian este tiempo del de ocio y descanso. Se necesita una planificación muy ordenada para repartir los gastos del año y que los deberes económicos de marzo no nos dejen languideciendo en los meses siguientes.

Al factor estrés personal/familiar se suma el estrés ciudadano, con aumento significativo del tráfico y los tiempos de desplazamiento del hogar a la institución de estudio o trabajo. El buen humor y tranquilidad del periodo estival se torna en molestia e impaciencia.

Lamentablemente, no hay una receta infalible para enfrentar marzo ni otros periodos tumultuosos de la vida, pero podemos intentar algunas opciones.

Es importante dormir, dormir bien, dormir de noche y no de día, ojalá alrededor de 8 horas diarias. Nuestro cuerpo y mente necesitan ese descanso reparador que incide no sólo en nuestro rendimiento, sino también en nuestro ánimo.

Es sano comer y comer sano, con una periodicidad horaria y en cantidades que no nos dejen con malestar. Junto a beber agua, nos permite tener la energía necesaria y conservar la salud. Si no hacemos actividad física, al menos caminar, nos despeja y da vigor.

Mentalizarnos con pensamientos positivos, centrándonos en las fortalezas, en idear soluciones y no en las debilidades o problemas; en lo posible ocupándonos de los quehaceres (en el presente) y no pre-ocupándonos (en el futuro).

No nos aislemos; compartamos con personas nuestros logros y desafíos. Tendamos a relaciones constructivas con todos, privilegiando la compañía de aquellos que nos hacen bien, pero sabiendo que nuestro apoyo y consideración respetuosa hacia todas las personas nos brinda bienestar y la posibilidad de convivir en una sociedad más fraterna.