El abuso y el poder ¿Somos los humanos violentos por naturaleza?

La opinión pública se ha visto impactada por noticias que han puesto en primer plano situaciones indignantes de agresividad y violencia. Estas situaciones incluyen abusos en los cuales se han visto involucradas tanto instituciones como personas naturales que han mostrado la peor cara que podemos adoptar como seres humanos. Por ejemplo, hemos podido observar la violencia con resultado de muerte contra Ámbar, una pequeña niña de un año y siete meses, o el doble abuso en contra de una escolar de trece años en Molina, en donde los presuntos victimarios serían tanto su padrastro como su padre biológico. También, tenemos el caso de la mujer que en Santiago fue interceptada y abusada por cinco sujetos o las denuncias de acoso y abuso sexual que presentaron siete mujeres contra un reconocido director de TV. Todos y cada uno de estos casos nos muestran que la agresión, la violencia y el abuso se encuentran en los distintos estamentos de nuestra sociedad.

Desde la psicología es necesario realizar una distinción conceptual entre agresión, violencia y abuso. La agresión se puede observar en la mayoría de las especies animales y es una respuesta natural e innata ligada a la sobrevivencia. La violencia, en cambio, es el uso y abuso de la fuerza que solo se observa en sociedades humanas y excepcionalmente en animales en cautiverio o en situaciones de desequilibrio ecológico.

Es decir, la violencia contra la misma especie, incluyendo el abuso sexual y la violencia contra las crías, solo se observa en los humanos y en ningún caso es una respuesta natural o programada en nuestro repertorio conductual.

Entonces ¿cuál es el origen de la violencia y el abuso? La psicología puede ayudarnos a encontrar respuestas. Por ejemplo, en 1971, en la Universidad de Stanford, se realizó un polémico experimento. Veinticuatro estudiantes fueron encerrados en el sótano de dicha Universidad en un entorno que simulaba una prisión y a continuación se designó a la mitad como guardias y a la otra mitad como prisioneros. En dicho experimento los prisioneros estaban encerrados 24 horas al día y los guardias tenían turnos de ocho horas antes de retirarse a sus hogares. Además, estos últimos administraban castigos a los prisioneros según su comportamiento. El experimento solo duró seis días: la escalada de conductas violentas y abusos de los guardias contra los prisioneros impidieron que el experimento llegara a su fin. La conclusión del estudio fue que las relaciones desiguales de poder promueven la aparición de conductas violentas y abusos. Así, culturas en las cuales predomina el dominio y la sumisión en las relaciones propenderían a la violencia.

Tradicionalmente nuestra sociedad se ha caracterizado por el dominio de ciertos grupos sobre otros. Sin embargo, aires de cambio se perciben. El respeto y la tolerancia parecen ser los valores que actualmente guían a nuestra sociedad. Estos valores justamente rompen la lógica dominio-sumisión y su consecuente violencia. Es así que perseverando en ellos construiremos una sociedad en donde nuestros hijos e hijas se sientan seguros y libres del abuso.