31 de marzo: Día Internacional de la Visibilidad Trans

El 31 de marzo es el Día Internacional de la Visibilidad Trans, establecido en 2009 por Rachel Crandall, activista trans y cofundadora de la Organización Transgénero Michigan, con el fin de sensibilizar, reflexionar y tomar conciencia sobre la realidad que vivencian las personas trans en todo el mundo. El siglo XXI ha sido testigo del planteamiento de nuevos desafíos en materia de igualdad y no discriminación, respecto de la realidad que enfrentan en Chile y el mundo las personas trans, quienes sienten y expresan una identidad de género distinta del sexo biológico de nacimiento y, por tanto, socialmente esperado (Del Pino Rubio & Verbal Stockmeyer, 2015).

Actualmente existe reconocimiento jurídico y social de las personas trans en la mayoría de los países de Europa. Sin embargo, en Latinoamérica aún falta mucho por avanzar, lo que se traduce en discriminación y violencia en los contextos familiar, educativo, sanitario y laboral, pese a los avances legislativos. En Chile el reconocimiento de las personas trans ha sido abordado bajo normativas legales, posteriores al establecimiento de éstas en otros países como Argentina y Uruguay, incluso diez años después. Algunas normativas son la ley 20.609 (2012) que establece medidas contra la discriminación por identidad de género y orientación sexual y la ley 21.120 (2019) de identidad de género que reconoce la facultad de toda persona cuya identidad de género no coincida con su sexo y nombre registral a solicitar su rectificación.

Los prejuicios, el desconocimiento y conductas arraigadas en mandatos de género patriarcales parecen ser la base para invisibilizar, reprimir y castigar a las identidades trans, afectando notoriamente su calidad de vida y los procesos de transición, siendo víctimas de crímenes transfóbicos o suicidios consumados (Rubio, Basáez, Escorza & Fuenzalida, 2021). La región de Valparaíso detenta el triste récord de ocupar el primer lugar nacional por más casos de discriminación transfóbica, de manera consecutiva desde 2018 a la actualidad, siendo catalogada como zona roja (MOVILH, 2022).

De nosotras, nosotros y nosotres depende cambiar esta realidad, propiciando espacios seguros para la expresión de todos los sentires, identidades y corporalidades, más allá de la opresión de los estereotipos de género. Positivamente dichos estereotipos van deconstruyéndose con los avances del conocimiento y la comprensión de que el respeto a la dignidad humana se engrandece cuando se abraza a quienes son diferentes a mí. Aquello es lo que llamamos alteridad, siempre inagotable, inabarcable, infinita y sin límites, desde el diálogo que permita comprender genuinamente la otredad, es decir, la posibilidad de reconocer a un otro distinto a mí (Levinas, 2001). Por ello es imperativo salir de nuestras perspectivas propias, para situarnos desde las vivencias y subjetividades de otras, otros y otres. Solo así aportaremos a la transformación social sustantivamente inclusiva e incluyente y ya nunca más exclusiva ni excluyente.