Por: Paulette Chambas, docente de Preparador Físico, CFT Santo Tomás San Joaquín.

Durante los dos últimos años, nuestra forma de vida ha tenido que modificarse debido a la pandemia mundial del Covid-19 y con esto, las variables para mantener un estilo de vida saludable. Inclusive, nuevos actores llegaron para hacerse cargo del pasatiempo infantil/adolescente de los chilenos, según JAMA Pediatrics en los primeros meses del SARS-CoV-2, el uso de los celulares superó la cantidad de horas (7,7) que tenía en épocas previas al coronavirus (3,8 horas/día).

Dentro de la misma línea, según los datos publicados por JUNAEB en el Mapa Nutricional 2020, la población infantil se vio gravemente afectada, principalmente los niños más pequeños, estableciendo que, de un total de 8.440 establecimientos evaluados a lo largo del país, el 29% de los alumnos presenta sobrepeso y el 25% presenta obesidad, dentro de este último el 8% está en el rango de obesidad severa. En total, la mitad de los niños evaluados presenta algún grado de sobrepeso u obesidad.

En otro aspecto, la Federación Mundial de la Obesidad (WOF), en su Atlas de Obesidad Infantil, proyecta que al año 2030, en nuestro país, el 24,8% de niños entre 5 a 9 años (294.235), y el 19,8% entre 10 a 19 años (480.412), serán obesos.

No es necesario seguir redundando en datos para darnos cuenta de que, en la sociedad actual lamentablemente, nuestros niños están siendo víctimas de una “enfermedad” que podríamos evitar. La globalización ayudó también a tener una mayor cantidad de tiempo pegado a la pantalla y que, sin prever, se incrementó con la pandemia, empeorando el escenario.

Un nivel de sobrepeso u obesidad importante afecta considerablemente la cantidad y calidad del movimiento, lo que nos pone en presencia de una situación muy grave, debido a que se está afectando el normal desarrollo del niño al ver limitada la principal herramienta del ser humano para interactuar, relacionarse y descubrir el entorno.

Si bien, el Gobierno se basa en algunas políticas que abordan el tema, como el fortalecimiento del programa de alimentación escolar, un proyecto piloto de Obesidad, programas e iniciativas de educación en los establecimientos, entre otros, es imperativo tomar conciencia y generar planes de acción desde el hogar, la familia y el entorno primario de cada niño, buscando generar tiempos y espacios para hacer actividades que inviten al movimiento, al juego, la actividad física, las experiencias, el descubrimiento y el aprendizaje, pero qué pasa con aquellos hogares donde esto no es parte de su rutina, esa es mi mayor preocupación, el saber que un alto % de padres y apoderados son sedentarios, por lo tanto sus hijos seguirán su ejemplo y será difícil cambiar las estadísticas que posicionan a Chile como uno de los países con más obesidad infantil.