El diálogo, la aceptación por el otro y la visualización de las diferencias son la base para enfrentar este fenómeno, aportando al buen clima escolar y, por ende, al aprendizaje.

La violencia escolar es una de las mayores problemáticas que enfrenta el mundo escolar, no sólo por los casos de acoso y bullying que se dan al interior de los establecimientos, sino que también por las agresiones que sufren los profesores por parte de sus alumnos y viceversa, las coacciones de la institución escolar y la presión que ejerce la violencia estructural sobre todos ellos.

La problemática es sin duda compleja, pero ¿es entendida en su totalidad para poder enfrentarla? Esta fue una de las preguntas que se trató en el foro ‘Aspectos Jurídicos y Psicoeducacionales frente a la Violencia Escolar’ que las carreras de Derecho y Psicología de la Universidad Santo Tomás desarrollaron en Antofagasta, teniendo como expositores al coordinador Área de Apoyo a la Formación Integral de Estudiantes de la Cmds, Alejandro Rojo; al jefe regional del Instituto de Derechos Humanos, Paulo Palma; al director de la Escuela República de Italia, Ricardo Díaz, a la educadora diferencial, Mariel Chávez y a los académicos de la UST, psicóloga Karina Tejada y al abogado Mauricio Figueroa.

Frente al tema la académica y psicóloga de la UST Antofagasta, Karina Tejada, explicó que para comprender el fenómeno de la violencia escolar es necesario repensar una realidad de convivencia social, donde los adultos –dentro del contexto educativo- debiesen percibirlo en toda su dimensión y evitar depositar la causalidad y condición sólo en la particularidad de un evento o acción deliberada de un estudiante.

Según Tejada, lo fundamental es no estigmatizar y entender la realidad y las causas que hay detrás de un acto de violencia. “Debemos superar la mirada reduccionista de considerar sólo la violencia directa, cuando lo que se debe dar es una mirada más global puesto que la violencia escolar es un reflejo de la violencia indirecta que se manifiesta en la exclusión del afecto, la falta de comunicación en los estudiantes, en el acoso, intimidación y discriminación de  los mismos y en el uso de castigos, entre otras”.

“Hoy entonces la consigna y el desafío es avanzar hacia una real educación inclusiva que acoja, reconozca, valore y respete a todos y todas”, agregó.

Trabajo multidisciplinario

Una opinión similar tuvo el coordinador del Programa Integral para Estudiantes de la Cmds, Alejandro Rojo, quien reconoció que el modelo educativo está en deuda y aseguró que la clave está en el trabajo multidisciplinario y colaborativo, no sólo para prevenir y eliminar la violencia escolar, sino que también para favorecer un ambiente de sana convivencia.

“Sentar a distintos actores a ver temas como la violencia escolar es de gran importancia para saber cómo eliminar ciertos factores que la generan y conocer el rol de la escuela, centrándose no sólo en el sujeto o el niño, sino que haciendo un trabajo en conjunto que va más allá y que permite un abordaje multidisciplinario para enfrentar la problemática”, añadió.

Medidas

El fenómeno de la violencia escolar comenzó a centrar las miradas a mediados de los 90’, pero no fue hasta el año 2002 que el Mineduc implementó los primeros esfuerzos para enfrentar el tema pasando por diferentes normas reglamentarias y legales.

Al respecto, el académico y abogado de la UST, Mauricio Figueroa, comentó que la legislación que regula la educación se ha hecho cada vez más abundante y compleja, lo que implica que los establecimientos escolares deben acotar su actuar a las normas legales que la regulan y que son fiscalizadas por la Superintendencia de Educación.

Sin embargo, los expositores del foro concordaron en que estas medidas sólo resultarán efectivas realizando un trabajo en conjunto que comprometa a la familia, comunidad y escuela en torno a una dinámica de diálogo, inclusión y aceptación.