Noticia anterior
Las actividades físicas recomendadas para los niños en veranoNidia Ramos Quiroz
“Tengo tantas ganas de vivir, que no veo las cosas difíciles”
Tras ingresar a los 36 años a la UST, en mitad de su carrera tuvo que enfrentar una grave enfermedad que casi le cuesta la vida. Sin poder hablar ni caminar, sólo con esfuerzo logró sobreponerse para terminar su carrera y finalmente titularse.
Pocas historias de esfuerzo y superación pueden conmover tanto como la de Nidia Ramos, hoy flamante profesora de Educación Básica que aunque sabía que tal vez nunca podría ejercer, hizo más sacrificios que cualquier estudiante para conseguir su título de profesora.
Si bien contó con el apoyo incondicional de su familia y su Director de Escuela, Marcelo Mendoza, el sacrifico y esfuerzo que significó sobreponerse a los peores pronósticos y no solo eso, sino también lograr sus metas personales, son incuestionablemente un ejemplo de vida que nos invita a todos a agradecer por lo que tenemos y luchas por nuestros sueños.
¿Qué te motivó a estudiar Educación Básica?
“Entré el año 2011, pero siempre estuve ligada con la pedagogía. Mi mamá era profesora rural y yo siempre que tenía tiempo libre me iba a la escuela y tenía toda la libertad. Ayudaba ahí y trabajé como monitora en un proyecto también, fue una experiencia maravillosa”.
¿Cómo fue tu proceso como estudiante de la Universidad Santo Tomás?
“Entré con mucho miedo porque yo empecé a estudiar a los 36 años. Tenía muchos prejuicios sobre estudiar con jóvenes, mis compañeros tenían desde 18 años. Sin embargo ellos me aceptaron como una más, además la acogida de los profesores fue muy buena. Todo se fue dando y me fui desenvolviendo de una manera casi natural”.
La Enfermedad
Tuviste un problema de salud complicado. ¿Qué significó eso en tu carrera y en tu vida?
“Fue un despertar porque yo no lo veo como una segunda oportunidad, siempre tuve ese impulso de vivir, pero con muchos temores. Después de eso lo único que quería era vivir. Cuando estaba en el hospital empecé a revertir todo lo que estaba enfrentando. En un momento lo único que podía hacer era mirar, no podía respirar sola (tenía una traqueotomía), abría los ojos y eso era vivir. De a poco empecé a mover los dedos, luego una mano, los pies y esos pequeños logros yo los iba rescatando y me aferraba a eso”.
¿Cuándo empezó tu enfermedad?
“Mi enfermedad empezó el 2 de diciembre del 2012. Tuve un infarto cerebral primero y eso me gatilló un derrame cerebral y me tuvieron que poner una válvula en el cerebro. Eso no resultó y me derivaron a Santiago y a Rancagua. Ahí estuve 2 meses en coma y después volví nuevamente a Talca y estuve cuatro meses más en el hospital en la UCI, en el TIM y hasta que llegué a sala y a rehabilitación porfiándole a la vida”.
¿Cuál fue la peor noticia que recibiste en ese tiempo?
“Cuando me dijeron que tenía como diagnóstico un pie equino irreversible y que no iba a volver a caminar. Yo solo dije que Dios aún no decía la última palabra. En mi mente yo tenía una dicotomía porque según yo podía hacerlo (caminar) pero mi cuerpo decía todo lo contrario. Cuando vi eso fue muy fuerte. Los kinesiólogos trataban de ponerme de pie al lado de mi cama y mi cuerpo tiritaba entero y se desvanecía. Igual eso no me hacía bajar los brazos, para mí era un incentivo, era muy porfiada con la vida porque tenía muchas ganas y me aferraba a lo mínimo. Siempre me repetía que la próxima vez iba a ser mejor”.
¿De dónde sacaste la motivación para volver a caminar?
“Fue un alumno de Santo Tomás de kinesiología el que me inyectó tanta vida, era un niño muy alegre. Me decía siempre ‘vamos Nidia que se puede’. Además él hizo algo que para mí fue fundamental, me sacaban la camisa de dormir y me ponían buzo aunque fuera por 5 minutos que me ponían de pie, entonces con solo el hecho de vestirme me cambiaba el chip y me impulsaba a seguir luchando”.
¿Cómo fue tu regreso a casa?
“Salí del hospital en silla de ruedas, no podía caminar, pero cuando me dejaban sola en mi pieza hacía el intento y tiritaba mucho porque no tenía fuerza ni en las piernas ni en los brazos pero no importaba, me decía que a la próxima me iba a resultar. Y así un día pude y me paré y llegué afirmada a la cocina a tomarme un vaso de agua que era lo único que quería hacer por mí misma. Esa fue mi meta y la logré, entonces después me dijeron que no podía salir a la calle sola y salí, llegué a la esquina, me caí y quedé toda pelada. Me retaron, pero a mí eso me impulsaba a seguir”.
Regreso a la Universidad
¿Y cuándo decides retomar tus estudios?
“El 2013 estuve en rehabilitación e hice un retiro temporal y el 2014 ya estaba porfiando para volver a la carrera. En ese tiempo me repetía que tenía que volver a caminar y volver a escribir y volver a estudiar y hablar porque me costaba mucho hacerlo. Siempre pensé en volver a mi vida normal, terminar mi carrera y poder ser algún día profesora”.
¿Cómo fue el regreso a la universidad? ¿Fue muy difícil?
“No. Es que tengo tantas ganas de vivir que no veo las cosas difíciles. Eso me motiva a seguir adelante. Si hay algo difícil es mi cuerpo, es volver a pensar lógicamente, pero fui superando obstáculos. Al principio mi marido me consiguió una pizarra con letras y esa era la única forma que tenía de comunicarme y las personas con mucho amor y voluntad me entendían. Después pedí un cuaderno y me di cuenta que escribía peor que con la mano izquierda. Todo eso tuve que volver a aprender. Tenía libros y trataba de leer a pesar que por un coágulo tenía visión doble y borrosa, pero yo leía igual. Todo fue una tarea, un desafío”.
¿Pensaste que no podrías terminar?
“Tuve que poner el doble de esfuerzo que la primera vez, pero también estaban mis compañeros y mis profesores que me apoyaban mucho. Hubo una conversación con el profesor Marcelo (Mendoza) vital. Lo primero que pensé es yo no quiero lástima y él sin que yo le dijera nada de esto me dijo que ellos como mis profesores no me querían engañar, que si yo no podía me lo iban a decir y eso me encantó. Cuando hice mi tesis y di mi examen de grado no lo podía creer. Tuve miedo al hacer mi tesis, al principio eran puros garabatos y poco a poco fue tomando forma, pero gracias al apoyo del profesor Marcelo que lo puso en mi camino fui logrando cosas. Cuando la vi empastada no lo podía creer. Tenía miedo pero con el amor que le tengo a esta profesión nadie me desviaba de mi meta”.
¿Qué significó para ti aprobar tu defensa de tesis y convertirte en profesora?
“Todavía no despierto, ando en las nubes porque para mí es un sueño. Estuvo mi familia e incluso la primera compañera que hablé en la universidad. Todo se conjugó para salir bien. En la vida decirme no parece que es desafiarme”.
A pesar de estar viviendo un sueño como lo señala la propia Nidia, ella tiene muy claro que es probable que nunca pueda ejercer como Profesora de Educación Básica debido a las múltiples secuelas que le dejó su enfermedad, pero tal como lo ha demostrado, eso no será ningún impedimento en su desarrollo profesional.
Por eso ahora solo espera la llegada del mes de marzo para comenzar a trabajar en un colegio en la biblioteca, ya que como ella misma señala “lo único que quiero es estar inmersa en una escuela cerca de los niños”, y cuando Nidia quiere algo, claramente no hay nada ni nadie que se le pueda impedir conseguirlo.