Covid-19

Psicólogos clínicos comparten un análisis sobre la crisis en salud mental

Frente a la pandemia del Covid-19, académicos de la Universidad Santo Tomás y la Universidad Pública de Navarra de España, reflexionaron sobre la necesidad de encontrar soluciones que permitan a las familias ver a sus seres queridos en etapa terminal.

 Con más de 2,5 millones de casos y al menos 182.000 muertos en todo el mundo, según las cifras oficiales, son muchos los países de Latinoamérica y España que se han visto en la obligación de tomar medidas extraordinarias para frenar la propagación de este nuevo virus, y tratar mantener a gran parte de la población del mundo resguardada.

Sin embargo, la crisis económica y sanitaria son dos aristas importantes que trajo consigo el coronavirus, una realidad que sigue preocupando a cientos de países a pesar de las estrategias, decisiones y protocolos que se han tomado para frenar los contagios, muertes, desempleos y quiebra de empresas.

El Dr. Felipe García, Psicólogo clínico de la Universidad Santo Tomás, explica que, aunque estos dos grandes icebergs son capaces de hundir al mundo, el problema es que, junto a estas crisis, hay una tercera que ha sido ignorada e invisibilizada: la crisis en la salud mental y los valores sociales que acompañan a la humanidad.

 “Hoy hacemos un despliegue gigantesco para proteger a la población del contagio, pero a la vez privamos a muchas personas de un derecho básico, el de morir acompañados y reconfortados por sus seres queridos. Y con ello, también privamos a sus familiares más cercanos del derecho de acompañar a los pacientes terminales y aliviar su sufrimiento emocional, lo que muy probablemente complique su ulterior proceso de duelo, ya de por sí doloroso”.

Para nadie es un secreto que, al día de hoy, se han conocido desde varios países relatos desgarradores sobre pacientes con Covid-19, que han sido aislados durante días e incluso semanas en la unidad de cuidados intensivos u hospedados en residencias para adultos mayores, sin recibir visitas y que finalmente mueren solos. “Hay historias dolorosas de personas que no han podido visitar ni una sola vez a su padre, a su madre, a la pareja con la que han compartido casi toda una vida y de la que se les separa cuando más lo necesitan”.

Al respecto, el psicólogo clínico explica que la lógica detrás de este procedimiento es ciertamente comprensible y científicamente sólida, “permitir el acceso de familiares a la persona moribunda conlleva el riesgo de nuevos contagios, que a su vez provocarían otros, en una cascada que podría llevar a la saturación de los hospitales y a nuevas muertes que lamentar. De ese modo, los implacables protocolos llevan a que los pacientes con Covid-19 mueran solos, sin la posibilidad de recibir acompañamiento por parte de sus seres queridos”

De esta manera, vemos que los efectos de este virus no solo causan estragos silenciosos en la salud mental de quienes tienen que afrontar y vivir esta difícil situación, sino en los más vulnerables, los adultos mayores, que luego de contribuir con el desarrollo de la sociedad finalmente no reciben el reconocimiento que merecen.

Respeto al prójimo

De esto da cuenta el académico y terapeuta familiar, Mark Beyeback, quien desde España apunta a que, “el manejo deshumanizado de la muerte no solo provoca a nivel individual y familiar un sufrimiento añadido e innecesario, estamos con ello también sembrando la semilla de la traumatización en muchas personas. En un tiempo próximo es posible que presenten secuelas de depresión y angustia, por el dolor de no haber podido acompañar y reconfortar a la persona que amaban en sus últimos momentos”.

 Si bien este protocolo se sustenta en una lógica epidemiológica correcta, en sus cálculos parecen no dimensionar los enormes costos emocionales y morales que esta situación supone, no solo en quienes mueren sino también en quienes les sobreviven. “Estamos creando una enorme carga de culpa individual, familiar y social que no se evidencia claramente en el presente, pero que supone una elevadísima hipoteca a pagar en el futuro”, afirma el Dr. Beyeback.

 Esfuerzo activo

En términos generales, no existe una guía de duelo o protocolos de la Organización Mundial de la Salud, OMS, que permitan manejar de manera digna y humana a pacientes terminales con Covid-19, lo que genera que la dimensión social de las despedidas se vea limitada o casi nula, de forma justificada, para evitar males mayores.

 “Debemos comprender que encontrar estas soluciones es una prioridad, requiere que dediquemos tiempo, esfuerzo y talento a buscarlas. Hay que hacer un esfuerzo activo para encontrar soluciones técnicas y movilizar recursos materiales que permitan a los familiares acceder a sus seres queridos moribundos en forma protegida y sin riesgo”.

Si bien se desconocen las medidas de seguridad que deben tomarse para que este acompañamiento pueda producirse, es importante dedicar el mismo esfuerzo a abordar la cuestión de cómo asegurar la dignidad de los pacientes terminales y sus familias.

“Impedir el contacto de los familiares con pacientes con COVID-19 en los momentos finales de su vida es doloroso, injusto, indigno e inhumano. No podemos quedarnos como sociedad con los brazos cruzados, esperando pasivos los efectos de estas decisiones en nuestra comunidad. Debemos más bien exigir que nuestros seres queridos tengan una “buena muerte”, y que se facilite un duelo adecuado en sus familiares”, puntualiza el académico.

Finalmente, los profesionales del área de la psicología coinciden que, independientemente de los grupos de riesgo, se requiere poner énfasis no solo en aplanar la curva de contagios, sino en poner la energía, conocimientos y recursos necesarios en crear protocolos de acompañamiento dignos y humanos.