Los avances investigativos en torno a la idea de extender la juventud y suprimir enfermedades relacionadas al avance de la edad generan entusiasmo en la comunidad científica y en la población en general. La doctora y docente UST, Rebeca Aldunate, expuso al respecto.

Acaso uno de los mayores anhelos y preocupaciones del humano: ser jóvenes por siempre. O -al menos- poder erradicar o controlar la aparición de enfermedades asociadas al envejecimiento. Y algunas luces al respecto entregó la doctora Rebeca Aldunate, profesora titular de la Escuela de Biotecnología de la Facultad de Ciencias UST, en su charla “¿Es posible controlar nuestro envejecimiento? Lecciones de un nemátodo”.

La conferencia abordó conceptos generales y teorías sobre causas que determinan el proceso de envejecimiento de los organismos y luego se centró en los hallazgos e investigación en los que ha trabajado, relacionados con entender los componentes moleculares que determinan este proceso. Más puntualmente, respecto del uso del nematodo Caenorhabditis Elegans como modelo de estudio.

La realidad es que todos los organismos envejecen. “Uno envejece desde que nace”, graficó la bióloga y magíster en Ciencias Biológicas. “Empezamos a acumular deterioros que tienen que ver con nuestro proceso de metabolismo celular”, agregó, explicando además que las curvas de envejecimiento generalmente son similares para todos los organismos: una primera etapa funcional que al llegar a la mitad del camino comienza un período que conlleva el inicio del deterioro y la incidencia de mayores enfermedades crónicas.

“La ciencia ha tratado de cambiar esta curva y cambiar la pendiente, no sólo en términos de lo que llamamos longevidad; el término que se ha acuñado últimamente es de ‘aumentar el período de vida saludable’ o ‘healthspan’”, señaló la doctora en Ciencias.

Hoy existen dos corrientes que permiten evidenciar que es posible manipular este período saludable: Una tiene que ver con la restricción calórica y el ayuno, mediante una reducción sostenida de la ingesta energética habitual (sin afectar la de nutrientes). Con ella se puede aumentar hasta en un 65% la sobrevivencia, la longevidad y la incidencia de enfermedades asociadas al envejecimiento.

Investigación con nemátodos

La otra vía es la manipulación genética de la vía de la señalización por insulina, que funciona como controlador de la longevidad y período de vida saludable. Y las primeras evidencias encontradas fueron manipulando genéticamente a C. elegans, buscando genes que pudieran controlar el envejecimiento.

C. elegans es un nemátodo de vía libre, no patógeno, microscópico, se puede mantener en control en condiciones simples de laboratorio. Tiene un ciclo de vida de tres días (desde que es huevo hasta que vuelve a poner huevo), un período de vida útil de dos semanas, es hermafrodita y posee un sistema y estructura simples. Pero lo importante de ellos es que “no son susceptibles a contraer enfermedades como las enfermedades crónicas de los humanos, por lo tanto yo puedo aislar la muerte sólo por el deterioro relacionado con el envejecimiento y no porque haya contraído alguna enfermedad”, reveló Aldunate.

La doctora contó que en el año 1993 se descubrió que había un gen llamado DAF-2, que es un equivalente al receptor de factor de crecimiento de la insulina. Y cuando este receptor está mutado y este gen está ausente en un individuo, éste vive el doble. Así, por primera vez se conectó la parte genética con la disponibilidad alimentaria. “La insulina en este caso es un sensor de comida. En ese momento se determinó que la vía de la insulina estaba relacionada con poder manipular genéticamente el envejecimiento”, elaboró la doctora. En otras palabras, mientras la vía de la insulina esté deprimida o mutada, el factor de crecimiento va a estar activo y ahí se producirá un aumento de la vida saludable. Y esta vía es común tanto para los insectos como para los mamíferos, sostuvo.

Además, existe una proteína relacionada con la resistencia al estrés oxidativo, el cual a su vez está relacionado con el envejecimiento. Se trata de la enzima metionina sulfóxido reductasa (MSRA-1), que es antioxidante. “Tiene la capacidad de reparar oxidaciones en metionina, es decir, que puede revertir el daño que puede haber en una proteína. No hay otra enzima que pueda hacer esto. Cuando no está la enzima, disminuye la vida del organismo en un 30%”, apuntó la académica.

“Cuando esta enzima tiene problemas en alguna de las poblaciones humanas, cuando no está, tiene riesgo de enfermedades coronarias, de artritis, alzheimer, párkinson, entre otras. Es una enzima que actúa en varios sistemas y por eso creemos que está involucrada en el envejecimiento. Sería importante poder controlarla y, con eso, a lo mejor podríamos controlar también el ‘healthspan’ de los individuos”, proyectó la especialista hacia el cierre de su exposición.