Gastón Vigo:

“Akamasoa es un oasis de esperanza para Argentina”

Maravillado por la obra del Padre Pedro Opeka, sacerdote de la Congregación de la Misión, que construyó una ciudad desde un basural en Madagascar, hoy lucha por replicar el milagro en su natal Argentina y combatir la pobreza extrema que afecta al 33% de la población trasandina. Como su compatriota, encuentra en la fe y la caridad, la fuerza para llevar adelante su obra.

 

“Estaba trabajando en desnutrición infantil, cuando comencé a estudiar la obra de Pedro. En esa época estaba por casarme cuando ocurrieron varios eventos que para mí fueron predestinados por Dios. Decidí hacer un retiro espiritual de silencio y yo no soy de hacer retiros de silencio. Estando ahí, luego del tercer día, en mis meditaciones pensé y leí mucho sobre la obra de Pedro y me empecé a preguntar si sería posible traer esto a la Argentina”. Así recuerda los inicios de Akamasoa Argentina su fundador, Gastón Vigo, Magíster en Economía que, en 2018, renunció a su trabajo para viajar a Madagascar y conocer en vivo el milagro de su compatriota, el padre Pedro Opeka, que desde un basural levantó una ciudad de 20 mil personas, logrando rescatar a medio millón de personas que vivían en la pobreza extrema en el quinto país más pobre del mundo.

Durante su paso por Chile, como expositor invitado al XV Congreso Católicos y Vida Pública organizado por la Dirección de Formación e Identidad de la Universidad Santo Tomás, relató la cruda pobreza que enfrenta su país y la maravillosa iniciativa que impulsa para revertir las alarmantes cifras. Es que tras su paso laboral por la Fundación Colín, Gastón conoció el verdadero rostro de la pobreza que se escondía y que la crisis rebeló en masa, afectando a los más desposeídos: los niños y niñas. Hablamos de una pobreza estructural “de donde la gente hace 3 generaciones no sale”.

Crisis trasandina

El economista recuerda que “Argentina era conocida por su movilidad social, se hablaba de “mi hijo el doctor”. Esos 6 millones de migrantes que vinieron escapando de la miseria de la guerra, trabajaron y lograron que sus hijos y nietos progresaran. Hoy pasa todo lo contrario, hablamos de “mi abuelo el doctor” porque, lamentablemente, en materia de educación el 50% ya no termina la secundaria. Entonces empiezas a ver que, por un lado, viene el mundo de la tecnología, de la sociedad del conocimiento, tan dinámica, tan competitiva, y no hay un capital humano que pueda insertarse en ella. Y lo más triste es que en la Argentina exportamos alimentos para 400 millones de personas, con lo que 10 argentinas podrían alimentarse y hay gente que se muere de hambre. Eso no es solamente inentendible, sino una inmoralidad. Nos faltan alimentos y nos falta vergüenza”.

“Vivo esto con pasión. Pero por más coraza que uno se pone, no puede tolerar que alguien viva como en la edad de piedra en el siglo XXI, y me sublevo con acciones concretas. Cuando uno ve la pobreza, la miseria y la injusticia, siempre tiene 2 opciones: o buscar un culpable y esa es la opción incorrecta, porque se te pasará la vida tratando de encontrarlo; y la otra opción, es asumir la cuota de responsabilidad que te cabe como miembro de esta sociedad”, sentencia.

Akamasoa de Madagascar es una ciudad en movimiento con postes de luz, escuelas, desagües, con viviendas dignas para todos sus pobladores, levantada con sus propias manos desde un basural. “Me fui allá a aprender al lado de él, de Pedro, y de toda esa organización, integrada por 800 personas, y lo empecé a realizar en la Argentina”, comenta Gastón.

“Lo bueno que propone Akamasoa, es que todos trabajan por el bien de la comunidad, “no se regala nada”. Pedro tiene una frase muy bonita: “prefiero que me echen, antes que me recuerden como el sacerdote que regalaba todo”. Y eso lo marca de cuerpo entero; él no regala nada”, dice con admiración sobre su maestro.

Aun así, cuenta que “en la organización hay línea asistencial con la urgencia inmediata, con el chico que se está muriendo por inanición, o el enfermo terminal. Pero todos lo demás trabajan; el niño en edad escolar, estudia. En Akamasoa las reglas son reglas, no son sugerencias. Si se acepta compartir reglas en común de convivencia y la organización junto a la gente construye lo que se necesita, se vive pacíficamente y en progreso”.

Primer Oasis de Esperanza

Para su gestor, la importancia de Akamasoa Argentina es que está dando una solución concreta para las personas en situación de pobreza, ya que las que ha dado el sector público han sido muy asistencialistas. A su juicio, “se piensa que el pobre es igual a nosotros y que le falta plata, y eso no es así. El pobre muchas veces está falto de cariño, de educación; apoya la cabeza en la tierra antes de dormir, escucha balas en su barrio, no tiene una educación que le permita insertarse en el mercado laboral, y encima no tiene plata, lo cual es muy distinto. Nosotros tenemos derechos y obligaciones. Las obligaciones son muy importantes, porque te hacen responsable, te permiten vivir armónicamente con otro que también se está esforzando. Es cierto, todos debemos tratar de organizarnos, para los que se quedaron en el camino empiecen a acercarse a la misma línea de partida. Akamasoa se hace en el medio de ellos, no se puede hacer desde arriba”.

Actualmente, Akamasoa Argentina se desarrolla en 2 lugares de la Provincia de Buenos Aires, donde se concentra el 73% de ese 63% de pobreza infantil. Una de ellas es Lima de Zárate, ubicada entremedio de los 2 polos industriales más grandes del país. Ahí han logrado ayudar a las primeras 600 personas, y están levantando el primer centro de desarrollo integral porque, además de escuela para niños, el objetivo es hacer un gran polo para aprender a fabricar viviendas y su mantención, para luego ofrecer sus servicios a las industrias colindantes. También cuentan con un huerto a cargo de los pobladores, quienes ya comercializan sus primeros dulces.

El otro sector intervenido es Tigre, lugar donde se concentra gran parte de la población acomodada de Buenos Aires. Allí instalaron 2 centros de prevención y tratamiento de la desnutrición infantil.

Gastón lidera esta obra, junto a 30 profesionales de diversas áreas que atienden y contribuyen al surgimiento del primer oasis de esperanza de Argentina, inspirado en la obra del Padre Opeka, un trasandino que hizo un milagro al otro lado del mundo, construyendo una vida digna para todos codo a codo junto a los más vulnerables y viviendo el mensaje de Cristo: “Tuve hambre y me disteis de comer…”