¿Las calificaciones son sinónimo de inteligencia?
A cuántos padres escuchamos decir «mi hijo es el más inteligente del curso porque tiene las mejores notas». Pero, ¿esa realidad es así, ¿cuántos talentos quedan de lado ante tal sentencia?
Nuestro sistema educativo en gran parte mide capacidades memorísticas de los niños y jóvenes, pero se queda de lado una de las más grandes aspiraciones del ser humano: la creatividad.
¿Cuál es el sentido de incentivar la reproducción de la información basándose en aquello que ya se ha hecho? Los grandes líderes, pensadores y maestros de la humanidad se impusieron al romper los paradigmas predeterminados.
El desarrollar los potenciales que muchos de nuestros estudiantes poseen se fundamentan en brindarles las oportunidades para romper estos esquemas e ir más allá. Esta es una generación que continuamente se debe actualizar en diferentes áreas, y para ello necesitamos aquel espíritu que busca y experimenta, que posee ese hambre de conocer. Acerquemos a los niños desde muy temprana edad a actividades que fomenten su curiosidad, los museos, parques y exposiciones, no requieren de grandes inversiones de dinero, estas acciones aproximarán a los pequeños al mundo del conocimiento.
Constantemente asociamos la inteligencia con las calificaciones de los alumnos, pero cuando caemos en esto sabemos que sólo tomamos en cuenta aspectos cuantitativos, números, cifras, promedios. Cuando decimos colegios que poseen “excelencia académica” pensamos en PSU, SIMCE, entre otras formas de medición, pero cuando tomamos en cuenta la palabra excelencia según la RAE, lo define como: «Superior calidad o bondad que hace digno de singular aprecio y estimación de algo». Esta definición nos acerca a aspectos cualitativos y avanzamos a aquello que definimos como educación de calidad.