Leemos, pero ¿estamos entendiendo?
Una pesadilla recurrente aparece cada año cuando se entregan los resultados del SIMCE y comienzan nuevamente a exhibirse los reportajes sobre qué tan mal leemos en nuestro país. No debiésemos sorprendernos, sabemos que no es algo extraño que más de un 80% de los chilenos no comprende lo que lee. Antiguamente, los esfuerzos se centraban en la cobertura escolar para combatir el analfabetismo, hoy la batalla se concentra en si realmente entendemos lo que leemos.
Un estudio del año 2000 realizado por el Centro de Estudios Públicos ya avizoraba este desastre. Indicaba que 3 de cada 5 chilenos manifiesta dificultades para entender la fórmula de cómo preparar una mamadera, impresa en un tarro de leche en polvo. Por otro lado, esta investigación revelaba que el hecho de haber estudiado en una carrera de educación superior no significa que se esté apto en un buen nivel de comprensión de textos, ya que resulta que menos del 10% de los profesionales de nuestro país tiene una lectura adecuada. Con todo lo anterior, sumado a los cada vez más deficientes resultados del SIMCE, no podemos apuntar a una sola causa, sino que este problema es multifactorial.
Como todo en la vida, esto comienza en casa: ¿Estamos incentivando el gusto por la lectura a nuestros hijos? Como recomendación, debemos ceder espacios para la lectura en nuestros hogares, no como una obligatoriedad, sino como una forma de acceder a un mundo mucho más significativo.
No podemos admirarnos ante estos números. Lamentablemente, antes creíamos que estábamos estancados en los malos resultados. Las malas noticias son que vamos decayendo, pero no perdamos la fe, aún estamos a tiempo de revertir esta situación.