Una época navideña con sabores y texturas afuerinas
Desde hace un buen tiempo hablamos de migración y de extranjeros, de su aporte a nuestra comunidad, los nuevos sabores y lo fantástico que ha sido esta mixtura de sensaciones, aromas y gustos.
En estas fechas nos empapamos de ganas de sentir el calor de hogar; ese sabor y nostalgia que nos produce a quienes no somos de Antofagasta, nos invaden recuerdos familiares y de la mesa de donde venimos. Sin embargo, no siempre está la posibilidad de reunirse con los nuestros para disfrutar de esta época, y es ahí cuando me pregunto ¿cómo cambian nuestras celebraciones la mesa de los antofagastinos, en la medida de las nuevas olas migratorias?, ¿cuáles son las preparaciones que más extrañan?, ¿qué costumbres han tenido que dejado atrás y cuáles hemos adquirido como nuestras?
Desde siempre nuestra ciudad se ha conformado a través de diferentes ciclos migratorios; primero con los europeos cuando aún era territorio boliviano, y con el tiempo ha crecido la migración de los pueblos americanos hasta nuestras costas. Esta mixtura, permite que actualmente tengamos una multiculturalidad en continuo crecimiento y enriquecimiento de productos, colores, sabores, aromas y texturas que nos hacen distintos al resto del país.
Es así como en estas vísperas, algunos cenan en familia, otros celebran como si fuera un cumpleaños, mientras que otros festejan la mañana del 25 de diciembre con un gran desayuno.
La mayoría esta de las personas que habitan esta ciudad se preparan para la noche del 24, con un gran banquete de productos que les evoca su propia niñez, y en donde prima el amor que le dedican a la preparación, la dedicación de decorar la mesa, los hogares llenos de luces y formas que dan vida a nuestra ciudad. Sin embargo, algo que es infaltable en cada celebración es el delicioso y clásico pan de pascua junto al cola de mono, recetas tan antiguas que ya son parte de nuestro ADN y cultura navideña.