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Estudiantes conocieron trabajo de Maga VillalónMechoneo solidario
Tomasinos se unieron a la Ruta Calle del Hogar de Cristo
En las noches de los miércoles del mes de abril, estudiantes de primer año fueron parte del recorrido que realiza la institución por las calles de Rancagua.
Café, té, sopa y un sándwich, pero más que nada una conversación y una mano amiga. Ése fue el aporte de los alumnos de Santo Tomás Rancagua que vivieron el mechoneo solidario. A pesar del frío y la humedad de las noches rancagüinas, compartieron con quienes viven en las calles.
Hombres y mujeres, jóvenes y ancianos, que por distintas situaciones han terminado viviendo en construcciones abandonadas o en las veredas, durmiendo sobre colchonetas, cartones o trapos viejos. Daniela Cornejo, estudiante de Técnico en Enfermería, pudo participar sólo en la última semana: “Mis compañeras me contaban que era una experiencia muy linda. No había hecho nada parecido antes y fue fuerte conocer esas historias”.
Su amiga Jazmín Pozo, estudiante de Gastronomía, fue una de las que la invitó a venir: “La semana pasada me tocó conversar con una señora que me contaba que el marido la había dejado estando embarazada y ella había tomado la decisión de irse a la calle. Igual no estaba en un estado emocional muy bueno, pero necesitaba que alguien la escuchara”. Agrega: “Yo nunca había visto tanta gente en estado de calle, uno no ve lo que pasa en la noche, es totalmente diferente a lo que pasa en el día”.
Por su parte, Angélica Dintrans, voluntaria del Hogar de Cristo, valoró la presencia de los alumnos tomasinos en la ruta calle: «Es importante que ellos vean que pueden aportar, pero que también se den cuenta cuánto les aporta a ellos mismos esta experiencia»:
“Queremos seguir en esto”
María Balboa, estudiante de Técnico en Educación Especial, también participó del mechoneo solidario todas las semanas del mes de abril y nos compartió su testimonio.
¿Cómo fue la experiencia el primer día?
Estábamos todos nerviosos, pero después todo bien. Además, la gente de la calle se sentía un poco invadida porque nos bajábamos de la van y éramos muchos, así que no nos querían hablar, pero le dejábamos ahí la comidita. El primer día me puse a llorar porque hay unas abuelitas en sillas de ruedas que están a la intemperie, que con la lluvia se mojaron todas. También hay un caballero que se parece mucho a mi papá y cuando lo vi, me lo imaginé a él en la calle.
¿Por qué seguiste participando el resto del mes?
Nos gustó por las historias que nos van contando. El hecho de ayudar a las demás personas nos hace sentir bien y con algunas amigas queremos seguir en esto.
¿Qué historias te impactaron?
El tercer miércoles fuimos a ver a un grupo en la Alameda y un joven me pidió una polera, pero teníamos sólo ropa de mujer. Yo viajé a mi casa (en la localidad de Guacarhue) y le compré una polera. A veces hay pocos, a veces hay más, pero él siempre está. Me contaba sus peleas matrimoniales, porque vive con su señora en la calle. Uno llega, se sienta y empiezan a contar. Uno ve cosas que no piensa que iba a ver.
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