Estudiantes mexicanos de Gastronomía: “Aplicaremos en nuestro país todo lo que aprendimos en Santo Tomás”

Yael Loredo, Erick Barajas y Alejandro Gómez viajaron desde la Universidad Univer de Michoacán a cursar un semestre en Santo Tomás Viña del Mar.

Yael Loredo, Erick Barajas y Alejandro Gómez son tres jóvenes mexicanos que durante el segundo semestre de 2018 se integraron a la carrera de Gastronomía Internacional y Tradicional Chilena de Santo Tomás Viña del Mar, provenientes de la Universidad Univer, de Michoacán. Gracias al programa de intercambio propiciado por Ulades (Unión Latinoamericana de Instituciones de Educación Superior) y a la gestión de nuestra Coordinación Programa Experiencia Internacional, tuvieron la oportunidad de conocer otra cultura y enriquecer sus conocimientos sobre las artes culinarias, los que ahora buscarán aplicar en su país.

Una experiencia que tuvo momentos gratos y otros no tanto. Hoy recuerdan con humor que en sus primeros días en Chile fueron engañados por una gitana que –recurriendo a sus clásicos trucos- comenzó a quitarles el dinero. “Nos pedía billetes y nos estaba quitando todo, hasta que reaccionamos y mientras uno de nosotros se quedaba con ella, los otros fuimos a buscar a Carabineros. Al final resultó bien, mucha gente nos ayudó y recuperamos el dinero”, señalan.

Dificultades: El léxico y la comida

Más allá de ese episodio, los tres alumnos de Gastronomía comentan que su estadía en Chile fue grata, aunque difícil por dos factores: el léxico y la comida. Sobre lo primero, comentan que “nos costó entender el vocabulario, ustedes hablan muy rápido y hay modismos que cambian mucho. Además, la palabra ‘weón’ nos tuvo muy aproblemados, acá lo usan para todo, ‘weón’ para allá, ‘weón’ para acá”.

Y respecto a la comida, la dificultad no fue tanto acostumbrarse a los sabores, sino a las técnicas y a los nombres de los ingredientes que en México se denominan de otra manera. “Al principio me sentí en blanco porque acá manejan diferentes técnicas, nombres de insumos diferentes, como que nos costó un poco acostumbrarnos”, dice Yael.

Su compañero Alejandro agrega que “acostumbrarnos a los ingredientes fue un poco difícil porque son muy diferentes a los de nosotros. No sabíamos qué era cada cosa y nos daba temor preguntar porque iban a pensar que no sabíamos nada. Creíamos que se iban a burlar, pero después agarramos confianza, empezamos a preguntar y acoplarnos al trabajo”. Por su parte, Erick recalca que “los insumos acá tienen nombres diferentes, la calabacita acá es zapallo, la fresa acá es frutilla, y así hay un montón más que nos costó entender”.

Compañeros mexicanos en Viña del Mar

Los estudiantes aztecas cuentan que les quedan pocos meses para terminar la carrera y que el hecho de viajar juntos a un país desconocido consolidó una amistad que se extiende desde hace tres años. “Somos amigos desde que entramos a la universidad y el vivir juntos nos ha transformado en hermanos. Siempre hay disputas por algo, pero más allá de eso, los límites de amistad se superaron, armamos un círculo al estar lejos de casa y de nuestra zona de confort”, aseguran.

“Ir a un país nuevo es una vida nueva, un mundo nuevo. Desde el cambio de moneda, la forma de comer, la cultura, es todo muy diferente. Nos costó adaptarnos a la cultura, pero nos sentimos comprometidos por el buen recibimiento, acá son más sociables, algo que se ha perdido un poco en México. Chile nos trató muy bien”, dice Yael.

Alejandro añade que, en su caso, el problema fue que “acá las cosas son muy caras, más que en México. Me costó un buen trabajo acostumbrarme a la comida de acá, a los sabores, al clima, hasta el cambio de horario me costó”, mientras Erick complementa indicando que “en México la tortilla de maíz se utiliza para todas las comidas, el almuerzo, la cena, y acá casi no la encontramos. Había unas de harina, pero no es lo mismo. En cambio, acá usan pan para todo, entonces igual se extraña”.

Aplicar lo aprendido en un semestre

Una vez culminada su estadía en Viña del Mar y a pocos meses de titularse, los jóvenes mexicanos sienten que haber permanecido un semestre en Santo Tomás Viña del Mar será un plus para sus carreras. “Todo lo que aprendimos, ahora tenemos que aplicarlo en México”, dicen.

“Tenemos una lágrima de tristeza y otra de felicidad. La primera, por apartarnos del lazo de amistad que hemos formado en este tiempo, y la segunda es una lágrima de alegría por haber logrado el aprendizaje que esperábamos tener, eso ha sido lo más importante”, señala Yael. Erick asiente y agrega que “nos vamos felices porque regresamos a ver la familia y todo lo que dejamos por allá, pero tristes porque dejamos compañeros y profesores. Se hizo un vínculo que igual se va a extrañar”.