La ola de actos terroristas que han afectado la macro-zona sur en las últimas semanas ha vuelto a poner en el tapete la supuesta vinculación entre la violencia y el pueblo mapuche. Para algunas personas (políticos incluidos), los eventos acaecidos (quema de camiones, asaltos a mano armada, asesinatos, etc.) serían la expresión de la “lucha” de un pueblo distinto al chileno cuyo objetivo sería expulsar a los “invasores” de su territorio y buscar algún tipo de independencia o “autonomía” de dudosos contornos conceptuales.

El problema con la afirmación anterior, es que está constituida por un montón de falacias y mentiras que buscan justificar y brindar un aura “heroica” a actos que están mucho más relacionados a la delincuencia y la violencia política que a la legitima lucha de un pueblo oprimido. La primera falacia (y quizás la principal) es pensar que los grupos terroristas son representantes de algo o de alguien. Esto simplemente no es cierto. Nadie eligió ni designó a estos individuos como representantes de un pueblo originario alguno, sino que se autoerigieron como supuestos luchadores de un conjunto de personas cuya realidad dista de las fantasías sobreideologizadas de estos individuos.

Según el Censo realizado en el año 2017, 2.185.792 personas afirmaron pertenecer a algún pueblo originario o indígena, lo que correspondía al 12,8 por ciento de la población total del país. El pueblo originario más numeroso fue el mapuche con 1.745.147 personas, equivalente al 9,9 por ciento del total de la población chilena. De este 10% de la población, 614.881 personas se identificaron mapuche en la región Metropolitana, posicionándose, así como la zona donde se concentra la mayor cantidad de este tipo de población, superando a la región de La Araucanía en casi 300 mil habitantes. Estas cifras demuestran que la noción de “pueblo mapuche” que tienen aquellos que promueven la violencia no coincide con la idea de un grupo de personas que se han excluido de la sociedad chilena. Por el contrario, la inmensa mayoría de los individuos que se identifican con el pueblo mapuche viven insertos en las estructuras sociales, políticas y económicas de la nación chilena, integrándose multiculturalmente a la diversidad de una sociedad moderna.

Con lo anteriormente expuesto no queremos aseverar que no existan problemas de discriminación, exclusión y racismo hacia aquellos que se identifican como mapuches. Por el contrario, Chile debe avanzar decididamente a un reconcomiendo constitucional de los pueblos originarios (no solo mapuches) que reconozcan a la nación chilena como una sociedad mestiza, enriquecida por la amalgama cultural y plenamente respetuosa de dicha diversidad. Ahora bien, nada de esto se relaciona con el fanatismo de grupúsculos que más bien buscan la desestabilización del Estado y la siembra del terror utilizando la consigna de la “autodeterminación” para justificar dichas atrocidades. Las motivaciones reales de los terroristas deben ser investigadas con el objetivo de neutralizar sus delitos, pero sospechamos que poco tienen que ver con los desafíos de la inclusión y más se relacionan a lo económico o lo político.

En conclusión, quienes pretenden establecer un nexo directo entre la violencia terrorista en la macro-zona sur y el pueblo mapuche no solo incurren en un error conceptual profundo, sino que ayudan a legitimar a los delincuentes y terroristas que azotan la zona desde hace años con consignas vacías y contradictorias.