Solidaridad: el paso de la Sensación a la Acción
Frente a los recientes hechos acontecidos, una verdadera tragedia que ha afectado a las regiones del centro sur de nuestro país, es crucial que nos detengamos y reflexionemos. No podemos quedarnos atrapados en el sensacionalismo de los medios de comunicación y las redes sociales, que nos bombardean con imágenes de profundo dolor y desolación, enfocándose en lo peor de este tipo de situaciones.
Estas imágenes deben impulsarnos a pasar de la mera sensación a la acción. Como chilenos, nos destacamos por ser solidarios y empáticos, pero también debemos reconocer que mientras hablamos del tema nos comprometemos, con el tiempo la noticia se vuelve una realidad ajena y distante de nuestro quehacer diario, dejando de ser una prioridad en nuestras vidas.
La empatía es necesaria, entendida como la capacidad de ponernos en el lugar de los demás. En este caso, debemos conmovernos por aquellos que lo han perdido todo: no solo una casa mojada o arrastrada por las corrientes, sino también todos los bienes materiales que tenían un significado mucho más profundo, han perdido una parte fundamental de sus vidas con esta tragedia.
La solidaridad se vuelve un imperativo, especialmente en nosotros que no hemos sido afectados materialmente y tenemos las condiciones para ayudar. Sin embargo, es importante que esta solidaridad sea real y vaya más allá de la mera asistencia. Debemos buscar solidarizarnos con la persona y su dignidad, reconstruyendo no solo viviendas, sino también brindando un acompañamiento constante que involucre compromiso y entrega de herramientas para que puedan volver a ponerse de pie de forma integral. Esto nos desafía a considerar qué podemos entregar no solo en términos materiales, sino también desde nuestra propia esencia como seres humanos. Debemos despertar en nuestros hijos y en las futuras generaciones un sentido más profundo de humanidad y cuidado mutuo sobre la importancia de brindar una ayuda genuina y pertinente a quienes la necesitan.
Esta responsabilidad recae en cada uno de nosotros, y debemos evaluar cómo podemos comprometernos desde lo que efectivamente podemos entregar. Desde una perspectiva social, debemos trabajar en conjunto con otros, formando parte de un proyecto común en el que todos nos alineemos en una misma dirección, sin competir por quién brinda más o menos ayuda.
Como sociedad y Estado, no podemos permitirnos volver a cometer los mismos errores del pasado y poner en riesgo a los demás, especialmente a aquellos que tienen menos. Es un imperativo ético que consideremos todos los elementos clave y que miremos hacia el futuro de manera efectiva, para poder llevar a cabo una prevención real y sistemática que nos permita realizar una reconstrucción segura y planificada, evitando así futuros lamentos.
Es necesario ayudar, sin lugar a dudas. Debemos hacerlo desde lo que nosotros como personas y familias podemos ofrecer, concientizando y aportando. Además, como sociedad, no podemos dejar solas a las personas que se han visto afectadas por la pérdida de sus hogares. Debemos brindarles las herramientas necesarias para que puedan reconstruir sus vidas y formar un nuevo hogar como personas íntegras que conforman una familia