Relación intergeneracional: Aprendiendo juntos
«… Un circulo de cultura que permite un dialogo
vivo y creador, en el que todos saben algo o ignoran
algo y buscan, juntos, saber más».
Paulo Freire.
En una sociedad que envejece a pasos agigantados las relaciones intergeneracionales armoniosas entre el adulto mayor y los niños y jóvenes, son cada vez más difíciles de conseguir. La sociedad, preocupada por conseguir cada vez más bienes materiales y la novedad permanente, ha olvidado la “conversa” con los mayores, dejando de lado el valor de sus anécdotas y experiencias de vida.
El niño y el adulto mayor han perdido espacios de reconocimiento mutuo e intercambio siendo para varios autores “una de las relaciones más importantes en el mundo social de los mayores y una de las principales posibilidades comunicativas” a lo que deberíamos agregar el valor social que adquiere esta comunicación cuando los adultos se tornan en transmisores de una cultura determinada a las nuevas generaciones..
En tiempos de antaño los ancianos eran símbolo de autoridad la que estaba cimentada en la experiencia, sabiduría y serenidad y por lo tanto, personas respetadas y valoradas por la comunidad. Con el paso de los años, las familias han sufrido una serie de cambios que les han obligado a entrar en un proceso de adaptación a una nueva realidad social a la que pertenecen, y en este cambio radical los adultos mayores muchas veces son parte de uno de los sectores menos amparados de nuestra sociedad. Mientras que la inclusión de la mujer al campo laboral ha ocasionado que muchos de ellos pierdan el soporte familiar y, cuando se vuelven dependientes, son institucionalizados. Esta situación que en algunos casos puede ser muy beneficiosa, expertos en el tema advierten consecuencias negativas.
Vínculos con el adulto mayor
La inactividad, el desarraigo, la soledad y las carencias afectivas por nombrar algunas, desde mi punto de vista lo más dañino es el severo deterioro de las relaciones sociales y familiare, y pongo énfasis en las relaciones intergeneracionales, especialmente, las que se establecen entre abuelos y nietos, y como consecuencia de este deterioro ambas generaciones pierden un importante elemento afectivo y un referente básico en sus vidas, y los niños, un transmisor de valores familiares, culturales y experiencias de vida.
Reinstalar la cultura del respeto y valoración de los adultos mayores tiene que ver con propiciar acciones de acercamiento entre estas dos generaciones donde se favorezca el intercambio de experiencias y conocimientos por parte de unos y otros, potenciando la convivencia y la comunicación intergeneracional, en espacios en los que puedan comprenderse, independientemente de los años que los separen, contribuyendo así, a mostrar entre las generaciones más jóvenes una visión positiva del adulto mayor como un sujeto activo, que aún tiene mucho que entregar y que puede contribuir a cambiar el paradigma que los muestra como sujetos de asistencialidad y con nada que aportar a las nuevas generaciones.
Desde el ámbito familiar, el espacio más propicio donde generar este cambio, esta relación abuelo-nieto debe adjudicarle al adulto mayor ciertos roles inamovibles, el abuelo y/o la abuela es la compañera, la cómplice, la que escuchar e intercede entre padres e hijos contribuyendo a ser menos rígidas las relaciones entre ellos. Cuando el adulto puede elegir el encuentro con el niño el vínculo se enriquece desde el placer, desde el goce. Emerge así una nueva construcción que permite tanto al mayor como al niño la recreación de una nueva identidad.
Para concluir, un alcance desde el ámbito de la antropología postmoderna:
“Los nuevos enfoques acerca de la identidad (…) enfatizan su carácter plural, cambiante, constituido por los procesos de lucha por el reconocimiento social. Las identidades son construcciones simbólicas que involucran representaciones y clasificaciones referidas a las relaciones sociales y las prácticas, donde se juegan la pertenencia y la posición relativa de personas y de grupos en su mundo. (…) No se trata de una cualidad perenne transmitida desde el fondo de los tiempos sino de una construcción presente que recrea el pasado con vistas a un porvenir deseado. En este sentido la noción de identidad recuperando los procesos materiales y simbólicos y la actividad estructurante de los sujetos permite analizar la conformación de grupos y el establecimiento de lo real en sus aspectos objetivos y subjetivos”. (Bayardo R. 2002. pág.2)